viernes, 2 de abril de 2010

Tsunami: Académico PUCV detectó olas de 30 metros de altura en misión científica en el sur de Chile

El profesor Marco Cisternas de la Escuela de Ciencias del Mar analizó 15 localidades entre Tumbes y Tirúa en la VIII Región. El investigador, que contó con el apoyo de investigadores de UNESCO, detectó cambios en la corteza terrestre y variaciones en el arribo del mar a las costas.

No fue una imagen de una película, ni un documental. Olas de más de 30 metros de altura llegaron a la costa de Tirúa en la VIII Región luego del terremoto y posterior tsunami que afectó al país el pasado 27 de febrero, según las mediciones desarrolladas por un grupo de científicos liderados por Marco Cisternas, académico de la Escuela de Ciencias del Mar de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.

La misión de reconocimiento, que se efectuó en 15 localidades entre Tumbes y Tirúa entre el 9 y el 19 de marzo pasado, tenía como objetivo medir las alturas del tsunami que azotó a la costa, detectar cambios en la corteza terrestre y recopilar testimonios de los sobrevivientes.

Además del profesor Cisternas participaron los especialistas Giovanna Santillán y Ricardo Norambuena, de UNESCO; Isabel Urrutia, de la Universidad de Concepción; Daniel Melnick y Julius Jara, de la Universidad de Postdam.

Para efectuar las mediciones se revisaron las marcas dejadas por el mar que ingresó a los pueblos, se catastraron las embarcaciones arrastradas por el océano, se analizaron las algas y los restos de plantas que se ubicaron tanto en árboles como en la parte alta de algunos cerros.

En Tirúa, por ejemplo, los especialistas encontraron que la altura de las olas del tsunami superó los 30 metros en la costa y los 20 metros en el pueblo. Durante el terremoto, la tierra de esta localidad se levantó 0,5 metros, cambiando para siempre su condición costera.

En Lebu, en cambio, la ola llegó a los 12 metros de altura y la tierra se levantó 1,8 metros, quedando el puerto inutilizado, pues el nivel del suelo impide navegar en la costa.

Según el profesor Cisternas hay que esperar 100 años para que este puerto vuelva a ser como antes. “Por otro lado, se sintió una gran fuerza y turbulencia en los flujos de las olas del tsunami y a través del testimonio de los sobrevivientes, reconocimos un problema con el tiempo de arribo de las olas del tsunami”, advirtió el investigador.

En efecto, en algunas localidades, el mar llegó a los 20 minutos después del terremoto, mientras que en otros sectores el océano golpeó las costas con cuatro horas de diferencia, a una velocidad cercana a los 800 kilómetros por segundo.

Cambios en la fauna marina

En la punta de Lavapié, la altura de las olas superó los 4,5 metros y el levantamiento de la tierra llegó a los 2,5 metros, mientras que en Tubul, las olas llegaron a los 12 metros de altura y la superficie terrestre se empinó por 1,5 metros sobre lo habitual.

En estas localidades, las piedras de la costa, se transformaron en verdaderos proyectiles que terminaron destrozando los hogares de decenas de chilenos.

“En la Isla Santa María, la ola del tsunami tuvo una altura de 6 metros y el levantamiento de la tierra llegó a los tres metros, provocando una alta mortandad de algas coralinas, lo que representa un verdadero desastre ecológico”, explicó Cisternas.

En Llico, según los investigadores, las ondas del mar superaron los 10 metros de altura y el levantamiento de tierra llegó a los 1,5 metros.

Por otro lado, en Tumbes las olas llegaron a una altura de 12 metros y la superficie terrestre aumentó en 0,5 metros.

El factor educación

Una importante conclusión que arrojó la misión de los académicos, se relaciona con las lecciones dejadas por el tsunami que afectó a la zona aledaña a Valdivia en 1960.

Luego del terremoto de fines de febrero, los habitantes de esta área, no esperaron los llamados de las autoridades, ni la información de los medios para dirigirse a los sectores altos.

“En el área afectada en el anterior tsunami de 1960, no murió nadie. Esto demuestra la importancia de la educación y de actuar sin esperar alarmas, ni noticias de la autoridad. La única alarma que da la naturaleza es el terremoto”, concluyó Cisternas.

Edición: Universia / RR
Fuente: Pontificia Universidad Católica de Valparaíso

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