Desde 1998 en el Congo murieron 5 millones de personas a causa de la rivalidad por los recursos naturales. Una cifra abrumadora que sitúa a este país en el trágico primer lugar en cantidad de muertos por conflictos armados luego de la Segunda Guerra Mundial. Los civiles pagan en su piel las consecuencias de una guerra financiada por Estados Unidos, Francia y China, los verdaderos protagonistas e interesados en hacer millonarias ganancias en el convulsionado corazón del continente africano.
La provincia de Kivu, dispone de enormes yacimientos de oro, diamantes y el 80 % de las reservas de coltán del mundo, con el cual se elaboran celulares, computadoras, fibra óptica, video juegos y también se lo utiliza en la industria espacial.
Las disputas por los cuantiosos minerales enfrentan al gobierno del Congo contra las milicias apoyadas por Ruanda, cuyo ejército suele invadir Kivu con el pretexto de perseguir a guerrilleros que cometieron masacres en territorio ruandés. Pero, el verdadero objetivo es adueñarse de las minas y vender los productos robados a compañías occidentales, principalmente de Estados Unidos, Francia, Bélgica y Gran Bretaña.
Por su parte, el gobierno de Kinshasa, capital del Congo, adquiere armas de China para repeler a las milicias hostiles y a los invasores ruandeses a cambio de permitir la participación de Beijing en amplios sectores de la economía congoleña, como la salud, la construcción y sobre todo los minerales.
Desde 1998 hasta la fecha han muerto en el Congo 5 millones de personas por causa de la rivalidad por los recursos. Esta cifra sitúa a este país en el trágico primer lugar en cantidad de personas muertas por conflictos armados luego de la Segunda Guerra Mundial.
EL ORIGEN DE LA MASACRE
La histórica rivalidad entre Congo y Ruanda encierra los intereses de las potencias que operan a través de los gobiernos locales. La provincia de Kivu es un escenario más de la carrera por los recursos africanos entre Occidente y China.
Sin embargo, el origen de la masacre se puede encontrar en Ruanda en 1994, cuando la guerra interétnica entre hutus y tutsis dejó 800.000 muertos y alrededor de un millón de niños huérfanos.
Los hutus que habían perseguido a los tutsis huyeron al Congo. Por esta razón el gobierno tutsi de Ruanda se adjudica el derecho de intervenir militarmente la provincia de Kivu. Para combatir a los hutus, Ruanda y las potencias occidentales financiaron a Laurent Nkunda, un líder guerrillero que además se enfrentó con el gobierno central del Congo.
Por su parte, Kinshasa, con su débil ejército debió mantener a los hutus en su territorio, porque su presencia significó una ayuda militar contra la guerrilla de Nkunda y contra las invasiones de Ruanda.
CAMBIO DE RUMBO
Sin embargo, en enero de este año, una sorpresiva e inédita misión conjunta entre los gobiernos de Congo y Ruanda puso fin a la guerrilla de Nkunda, quien fue arrestado, y además las tropas de ambos países enfrentaron a varios rebeldes hutus, que tuvieron que dispersarse.
De esta manera, la geopolítica del centro de África alteró su curso. Este entendimiento, entre dos países enfrentados en una guerra que dejó millones de muertos y que ya dura más de once años, avivó las esperanzas de alcanzar la paz en esta castigada región.
Algunos analistas sostienen que la creciente presencia china en el Congo estaba amenazando a los intereses de Francia y Estados Unidos y que por eso decidieron trasladar al gobierno del Congo el apoyo que le brindaban a Nkunda.
Así el Congo se uniría a Occidente junto con Ruanda, proveyendo sus materias primas a cambio de paz.
El viaje al Congo del presidente francés Sarkozy, en marzo de este año, y de la secretaria de Estado norteamericana Hillary Clinton, el mes pasado, parecen confirmar esta teoría, por la cual Occidente vuelve a poner el ojo en el Congo, que se había situado dentro de la órbita de influencia china.
Sarkozy declaró que el Congo debe repartir sus riquezas con sus vecinos y agregó que los minerales de Kivu “deben ser explotados conjuntamente por Congo y Ruanda”.
Sin embargo, Ruanda sigue implicada dentro del tejido político del Congo, ya que varios funcionarios de Kivu se encuentran financiados por aquel país. Además, ex guerrilleros de Nkunda se integraron al ejército del Congo, lo que denota un alto grado de infiltración ruandesa, y por ende estadounidense, en Kivu.
El apoyo occidental al Congo parece revelar su lucha conjunta contra la influencia china, pero ahora que Kinshasa se alejó en parte de Beijing comienzan las rivalidades internas entre Washington y París.
Francia se vio desplazada del Congo cuando el dictador Mobutu Sese Seko fue derrocado en 1997 por un golpe orquestado por Washington, luego de que en el Congo se descubrieran las cuantiosas reservas de coltán, superando a Brasil, que hasta ese momento había sido el máximo proveedor.
Desde 2002, el gobierno del Congo fue parcialmente construyendo su alianza con China para enfrentar a Ruanda y a Nkunda. Así, Estados Unidos fue perdiendo su influencia, por lo que se vio obligado a aliarse con Francia para continuar con la explotación de los minerales.
Francia además busca recuperar el protagonismo y las inversiones perdidas en 1997, pero su apoyo a Ruanda y a los ex guerrilleros, que continúan conformando un puente entre las materias primas de Kivu y las multinacionales, impide que la región se pacifique.
Tanto Washington, como París deberían seguir el ejemplo de Suecia y Holanda de cortar las relaciones y el financiamiento a Ruanda, que claramente apoya las masacres contra civiles en el Congo, de acuerdo con el informe de la ONU. Hasta que no exista voluntad por parte de las potencias, la guerra por los minerales en el Congo va a seguir dejando más y más civiles muertos.
http://observadorglobal.com/congo-la-guerra-por-los-recursos-n2821.html
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