El cambio climático inició a mediados del siglo pasado. En 2007 Nicaragua fue el tercer país del mundo que más sufrió sus consecuencias, sólo detrás de Hungría y Bangladesh. Huracanes, inundaciones, sequías, incendios forestales, hambruna y enfermedades son efectos que los nicaragüenses ya conocen
Por: Wilder Pérez R.
I ENTREGA
A menudo se habla del cambio climático como si se tratara de algo que ocurrirá en el futuro, como si fuera a pasar súbitamente, como en la película 2012 . Sin embargo, Nicaragua sufre sus efectos desde mediados del siglo pasado.
Las lluvias se han reducido entre un 0.6 por ciento y un 1.6 por ciento desde la época en que los abuelos eran jóvenes. Como consecuencia, la amenaza de hambruna que antes afectaba sólo a algunos municipios, ahora se acepta como un hecho irreversible para casi todo el país a partir de enero de 2010.
Los científicos especializados en meteorología consideran que el fenómeno de El Niño, que causa sequías en el país, se está presentando con mayor frecuencia. Si antes se daba cada cuatro años, ahora el promedio parece haberse reducido a la mitad.
Esto no se notó entre la gente hasta febrero de 2007, cuando la ciudad de Juigalpa se quedó sin abastecimiento de agua potable, debido a que el río Pirri se secó. Su caudal no soportó la frecuencia de las sequías, acentuadas por la llamada “chontaleñización”, que consiste en que los productores chontaleños arrasan con los bosques, los cultivan y terminan de arruinar las riquezas ambientales metiendo ganado de forma extensiva.
En Jinotega la forma del Morning Glory, ese embudo gigantesco del lago artificial de Apanás, dejó de ser un misterio hace años por falta de lluvias. Como producto de esto, las plantas hidroeléctricas Santa Bárbara y Centroamérica, que producen aproximadamente el 20 por ciento de la energía eléctrica consumida en Nicaragua, llevan al menos cuatro años de ser administradas cuidadosamente en el consumo del agua.
Una serie de apagones en el 2006 no sólo reflejaron el impacto del cambio climático, sino la pobreza del Estado nicaragüense, ya que no pudo conseguir 16 millones de dólares aquel año para evitar el racionamiento de energía por cuatro meses. Esa cantidad de dinero se la gana en seis meses un pelotero de calidad en las Grandes Ligas de beisbol, aún en tiempos de crisis.
FENÓMENOS EXTREMOS
Llueve menos. Pero los fenómenos climáticos extremos han aumentado. El 70 por ciento de los huracanes que impactaron en Nicaragua lo hicieron en los últimos 30 años, según registros del Instituto Nicaragüense de Estudios Territoriales (Ineter).
Cada vez impactan con más frecuencia. Beta, Félix e Ida ingresaron por la costa Caribe en los últimos cuatro años. Ésta es la misma cantidad de huracanes que ingresaron a Nicaragua en un lapso de 23 años, entre 1916 y 1943.
A veces no necesitan tocar suelo nicaragüense. El huracán Mitch, en 1998, jamás penetró al país, y sin embargo marcó un hito en la historia de Nicaragua por la catástrofe que causó al menos dos mil muertos, calles y carreteras destruidas, pueblos enteros desaparecidos.
Beta fue uno de los últimos huracanes del histórico año de 2005, cuando la atmósfera rompió todas las normas referidas a huracanes. Nunca antes hubo 29 ciclones en la cuenca del Atlántico, donde lo normal son 21 o menos. Tampoco se habían visto fenómenos tan poderosos como el Wilma o tan destructivos como el Katrina.
Los ciclones son cada vez más fuertes. De hecho, la frecuencia de huracanes de categoría cuatro y cinco, llamados “extremadamente destructivos”, ha aumentado en los últimos diez años.
Esto llevó a los científicos de la Organización Meteorológica Mundial a debatir sobre si era necesario extender escalas a la categoría Saffir-Simpson, que sirve para medir la fuerza destructiva de un huracán. Mitch, Wilma y Katrina superaron cualquier categoría actual.
Nicaragua sufre todos los efectos de la temporada de huracanes, que va de junio a noviembre, porque tiene más de 500 kilómetros de costas frente al mar Caribe.
El resto del territorio nacional también es afectado porque, al reducirse las lluvias normales, ampliarse las épocas secas y aumentar el número de huracanes, las precipitaciones se observan menos, pero mojan más.
En otras palabras, llueve menos, pero con poca variación en las cantidades, lo que da como resultado inundaciones, pérdidas de cultivos, destrucción de infraestructura, entre otros elementos que ayudan a definir una situación de desastre.
La producción está siendo afectada desde hace algunos años, como lo refleja un estudio realizado por la Universidad Nacional Agraria (UNA).
Si el deterioro ambiental continúa como hasta ahora, en 2030 las pérdidas en el maíz y frijol alcanzarán el 30 por ciento en algunos municipios del país. El dato está visto a futuro, pero para llegar a esos cálculos se necesitaron observaciones de lo que ocurrió desde 1980 hasta la actualidad.
El estudio confirma la realidad. En el Centro del país las principales lluvias desde agosto fueron sentidas junto al paso del huracán Ida este año. Las lluvias del resto del año fueron casi imperceptibles.
El Ineter también registró que este año las precipitaciones fueron más espaciadas entre días y distribución.
REAL E IRREVERSIBLE
Esto significa que el impacto del cambio climático no sólo es real, también es irreversible, porque el planeta continuará calentándose sin importar si el Hombre deje de contaminar.
Nicaragua, como país pobre, está en primera fila de los efectos del cambio climático. En 2007, gracias al impacto del huracán Félix, que mató a más de 100 personas y tumbó 1.3 millones de hectáreas de bosques, el país fue declarado como el tercero más afectado del mundo por el calentamiento global.
Cabe recordar que los huracanes se alimentan de aguas cálidas. Si el mar es cálido, hay condiciones para que un centro de bajas presiones se convierta en tormenta y posteriormente en huracán.
Aguas cálidas también provocaron que la tormenta Ida se convirtiera en huracán a 50 kilómetros de Sandy Bay Sirpi en la costa Caribe nicaragüense, el pasado 5 de noviembre.
Aunque a veces se observa lejano, Nicaragua también está siendo afectada por el deshielo de los glaciares.
Los mares aumentan su nivel al menos tres milímetros por año. El Ineter confirmó este año que para 2100 Nicaragua habrá perdido dos kilómetros de profundidad en sus costas, entre Cabo Gracias a Dios y Laguna de Perlas. Esto no incluye el impacto en los sistemas marinos costeros, donde se reproduce el 80 por ciento de las especies que viven en el mar y sus consecuencias en la industria pesquera.
Desde la comodidad del hogar, puede que el cambio climático no sea más que la diferencia entre usar sombrilla o paraguas, pero las visitas al hospital pueden ser otra forma de medir el fenómeno.
Informes del Departamento de Vigilancia para la Salud, del Ministerio de Salud (Minsa), entre 2006 y 2007 las enfermedades diarreicas agudas subieron en más de 100 mil casos.
Por otra parte, las enfermedades cardíacas son la principal causa de muerte en Nicaragua en los últimos cinco años. Esto podría ser la combinación entre una población que no se cuida y temperaturas que superan los 40 grados centígrados en algunas zonas del país.
Aunque siempre se habla del cambio climático como un fenómeno futuro, el mismo está presente desde hace varias generaciones. Los nicaragüenses pueden dar fe de esto.
Síntomas de “calentura”
El cambio climático es la variación del clima en períodos de tiempo largo. Puede tratarse de un enfriamiento del planeta o de un calentamiento global que duraría siglos.
La realidad actual es el calentamiento global, acelerado gracias al efecto invernadero que promueve el Hombre al cargar la atmósfera de gases que obstruyen la salida de los cálidos rayos del sol, tras rebotar en los mares y continentes.
La influencia humana está en la cantidad de combustible fósil que se utiliza actualmente. Según la Agencia Internacional de Energía, el consumo ronda los 8,000 millones de toneladas equivalentes de petróleo (energía que hay en una tonelada de petróleo) por año, y aumenta en un uno por ciento cada año, aún cuando el mundo está dejando de utilizarlo.
El Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), compuesto científicos de más de 100 países del mundo, indica que las emisiones mundiales de Gases de Efecto Invernadero (GEI), que producen la contaminación que daña la atmósfera, subieron en un 70 por ciento entre 1970 y 2004.
El dióxido de carbono, el gas “preferido” para contaminar, se elevó en un 80 por ciento. El metano y otros gases no necesitan aumentar tanto para calentar la Tierra, pero seguirán creciendo al ritmo del gusto de la gente por comer carne de res y consumir de forma desordenada.
El IPCC indica que entre 1995 y 2006 se registraron los 11 años más cálidos desde 1850. El planeta se ha calentado más de lo previsto, 0.74 grados centígrados, más que los 0.56 esperados en promedio.
Esto hace que los océanos aumenten su nivel en 3.1 milímetros por año desde 1993, tanto por el deshielo de los glaciares, casquetes de hielo y hielo polar, como por efecto de la expansión ante el calor.
El deshielo impacta negativamente en la agricultura y la sociedad porque provoca inestabilidad en los terrenos y aumenta la amenaza de desastre, por deslizamientos, plagas y pérdida de sitios para habitar, como sería el caso de Corinto en el próximo siglo.
El IPCC también señala la reducción de superficies afectadas por sequías en todo el mundo desde los años 70, así como días y noches frías desde 1950, pero han aumentado las lluvias intensas y ciclones.
Si el cambio climático se diera sin la “ayuda” del Hombre, ahora habría un enfriamiento y no un calentamiento global, cree el IPCC.
A futuro las cosas no parecen mejorar. Si las prácticas de consumo siguen igual que ahora, los GEI crecerán entre un 50 por ciento y un 90 por ciento hasta el 2030.
Para entonces la temperatura se elevaría en dos grados centígrados más, lo que representa el umbral de lo que la especie humana se puede permitir. Más allá de eso, las catástrofes podrían ser incontrolables.
En América Latina el mayor impacto podría presentarse en la seguridad alimentaria, ya que los cultivos estarían expuestos a períodos de sequía más extensos y épocas húmedas más cortas, pero más extremas.
En Sudamérica, la extinción de los glaciares y la misma Amazonía podría convertir en árida una de las zonas más ricas en agua biodiversidad en el mundo, lo que se traduce en desastres.
http://blogs.vivenicaragua.com/ientonces/2009/12/10/cambio-climatico-golpea-desde-hace-40-anos.html
viernes, 11 de diciembre de 2009
Cambio climático golpea desde hace 40 años
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