jueves, 2 de octubre de 2008

Cambio climático en Escocia

Rafael Ramos

Un aumento de medio grado en las temperaturas medias a lo largo del último cuarto de siglo no parece sobre el papel un fenómeno como para llevarse las manos a la cabeza. Pero en el macizo escocés de los Cairngorns, que alberga cinco de los picos más altos del país, el impacto del calentamiento global es alarmante. Especies de pájaros y plantas autóctonas se han trasladado a los climas más fríos del norte, la nieve es cada vez menos frecuente y las estaciones de esquí van camino de desaparecer.

"En Enero los montes de más de mil metros deberían estar nevados, no hace mucho tiempo permanecían blancos casi todo el año y lo excepcional era verlos pelados", dce Adam Watson, un veterano naturalista de 76 años que ha dedicado buena parte de su vida a estudiar la flora y la fauna de esta zona de las Tierras Altas de Escocia, al sur de Inverness y cerca del Palacio de Balmoral y las famosas destilerías de whisky de Speyside, tradicional destino invernal de los británicos que querían pasar un fin de semana esquiando sin necesidad de viajar hasta los Alpes o los Pirineos. Pero semejante lujo es ya imposible.
En el caso del macizo de los Cairngorns, donde viven dieciseis mil personas, medio grado significa la diferencia entre que haya nieve o no la haya, entre que las estaciones de esquí estén abiertas o cerradas, la industria del turismo viva o muera, la flora ártica de la región exista o desaparezca, los ciervos rojos carácterísticos de la región se vean obligados a buscar nuevos habitats, y aves como el águila, la calandria marina y el verderón de las nieves –acostumbrados a alimentarse de larvas que quedaban atrapadas en la nieve y el hielo- emigren al norte.

El impacto del calentamiento global no es por supuesto exclsuivo de Escocia. Los londinenses estaban habituados a que el canal que atraviesa el norte de la ciudad y partes del Río Támesis se helasen en los inviernos más duros, cosa que no ocurre desde hace una década. El cambio es palpable en el calendario deportivo, que ya no se ve afectado por las antaño frecuentes cancelaciones de partidos de fútbol y de rugby debido al frío, la nieve y la lluvia.

El clima de Inglaterra es cada vez más mediterráneo, como confirma el hecho de que se cultiven viñas en todo el sur del país, desde Gales hasta Kent, empiece a producirse aceite de oliva en Devon, se comercialice una variedad inglesa de trufa negra y se vean plantaciones de té, alabaricoqueros, higueras y almendros, tradicionalmente asociados con suelos más cálidos. El actual invierno ha sido nasta ahora tan suave que las plantas y los animales están confundidos, los narcisos han empezado a florecer en Cornualles con por lo menos tres meses de antelación, y lo mismo ocurre con los robles y rodoendros. Hay zonas donde las manzanas permanecen en los árboles en pleno enero y se escucha el zumbido de las abejas que buscan pólen. La Oficina Metereológica pronostica que el 2007 va a ser el año más caliente de la historia, batiendo los récords establecidos en 1998.

Las Tierras Altas de Escocia siguen teniendo un verde de especial intensidad, y puede registrarse lluvia por lo menos una vez al día a lo largo de dos meses o incluso más. A los ojos de un visitante podría parecer que el cambio climático no ha llegado hasta aquí, pero los nativos comentan que hace menos frío y las pautas de los vientos son diferentes. "Un tercio de la nieve ha desaparecido de picos como el imponente Ben Nevis, los Munros y los Corbetts –dice Adam Watson-, y dentro de pocas décadas no quedará nada".

El calentamiento global, propiciado por la industrialización, ha alterado palpablemente el equilibrio ecológico del macizo de los Cairngorns, la meseta más alta de todo el Reino Unido, una extensión de tundra con una ecología ártica que constituye el habitat de águilas salvajes, lagópedos, chochas de nieve, verderones de las nieves, calandrias marinas y especies de aves y pájaros que no se ven en el resto del país. "La mayor parte del agua llega a la región en forma de nubes bajas y es aborbida por el musgo –explica René van der Wal, investigador en el Centro de Ecología e Hidrología de Banchory-. El probelma es que actualmente esas nubes se presentan con tres veces más polución de nitrógeno que hace un cuarto de siglo, debido el amoniaco y los nitratos de las fábricas y granjas".

Plantas que normalmente no sobrevirían en la zona son alimentadas por el nitrógeno de esas neblinas, brumas y nubes bajas, que al mismo matan los musgos y otras especies locales donde se almacenaban larvas de insectos vitales para la ecología ártica de la meseta, y la alimentación de los pájaros. En el 2005 quedaban tan sólo veintisiete machos cantarines de verderones de las nieves, una tercera parte de los que había a principios de los noventa. La progresiva desaparición de la nieve también tiene un considerable impacto sobre la naturaleza, ya que actúa como una especie de manta que permite que el suelo permanezca relativamente caliente y húmedo, protegiéndola de los vientos helados del norte y brutales fluctuaciones de la temperatura que matan a los microbios.

"El cambio climático es evidente en las montañas de Escocia –señala la socióloga Kirsty Blackstock, del Instituto Macaulay-, pero pronosticar sus manifestaciones es muy difícil, y por tanto también tomar medidas preventivas. El curso de los ríos se está viendo afectado, con consecuencias potencialmente significativas para el suministro de agua de los hogares, el turismo de la nieve y las destilerías de whisky de Speyside".

http://www.lavanguardia.es/lv24h/20081002/53552451096.html

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