martes, 17 de febrero de 2009

Tartagal: crónica de una tragedia anunciada.

"Dicen que llueve mucho en las zonas altas". La frase encerraba la desconfianza de quienes ya padecieron las consecuencias de otras inundaciones. Pasaron las horas y pronto los recelos se transformaron en pánico. La creciente del río provocó desbordes, pero el agua llegó con troncos y diversos elementos arrastrados por la fuerza de la corriente. Y barro, mucho barro que convirtió calles e interiores de las viviendas en un lodazal. Al menos en las primeras horas, faltó de todo. Desde una mínima coordinación de los servicios de apoyo, hasta las prestaciones urgentes que demandaba la tragedia. Como suele ocurrir en estos casos, la propia población fue la que hizo las primeras redes de auxilio. Así familiares y amigos recibieron a evacuados, en algunos casos familias enteras que lo habían perdido todo. No solo sus humildes viviendas, sino todo lo que había en ellas: enseres, ropa, muebles, realmente todo. Las primeras visitas de funcionarios estuvieron centradas en "gambetear" posibles responsabilidades. El ministro del Interior, Florencio Randazzo declaró que la tragedia del lunes "no podría haberse evitado". Eso lo convirtió en blanco no solo de los pobladores afectados, sino de representantes de la comunidad científica y de ambientalistas. El meteorólogo de las Naciones Unidas Osvaldo Canziani retrucó: "lo que pasa en Salta es producto de la deforestación". Y agregó: "es evidente que las ambiciones y ciertos intereses favorecieron este drama, que sin duda podría haberse evitado". Eduardo Piacentini, del Departamento de Cambio Global del Servicio Meteorológico Nacional, explicó que la tala de bosques indiscriminada y sin reforestación hace que el ambiente se modifique. El especialista añadió que la cantidad de agua caída en Salta "no es suficiente" para que se produzca una tragedia de estas características. Gabriel Seguezzo, director de la Fundación para el Desarrollo en Justicia y Paz, en medio de las tareas de rescate en Tartagal afirmó que existieron desmontes en la parte alta de la cuenca del río y que tienen relación con la magnitud que adquirió el desastre. Y el propio gobernador Manuel Urtubey, tras sobrevolar las zonas afectadas admitió que no podía descartarse que el desmonte fuera la principal causa de la tragedia.

Un alud devastador

El aluvión de agua, troncos y barro cruzó la ciudad que quedó sin luz e incomunicada. Dejó un saldo provisional de dos muertos y varios desaparecidos. Un espacio de unos 600 metros en cada una de las márgenes del río Tartagal quedó inundado, afectando entre otros a dos barrios humildes: Villa Saavedra y Santa María. Quedó cortada la ruta 34 que une la ciudad de Salta con Tartagal. Los vecinos afirman que los troncos bajaron de las zonas altas arrastrados por las correntadas y destrozaron casas, puentes y todo lo que encontraron en su camino. Un puente de hierro del ferrocarril de casi cien metros, fué arrancado y en parte arrastrado por las aguas.

Tras la tragedia, los pobladores recorrían los lugares de lo que antes habían sido sus viviendas, tratando de rescatar del barro alguna cosa que pudiera ser útil. Una tarea ingrata, dolorosa e interminable. Por todas partes se observaban trozos de muebles, ropas, electrodomésticos, siempre entremezclados en el lodo con las ramas y troncos. En algunos puntos de esos barrios, la gente se organizaba llevando a los lugares altos y menos embarrados lo que iban recogiendo, con la esperanza de que pudieran ser cosas recuperables una vez lavadas. Con el correr de las horas Defensa Civil, empleados municipales, bomberos y fuerzas de seguridad fueron aportando su tarea, mientras cientos de pobladores eran evacuados a complejos deportivos, hospitales o centros comunitarios. Se anunciaba que el corte de luz era preventivo, porque habían caído postes de alumbrado eléctrico y estaban en contacto con las aguas.

Denuncia Greenpeace

Greenpeace denunció que la zona cercana a Tartagal es una de las más afectadas por los desmontes para la ampliación de la frontera agrícola. Además, padecen los impactos de la explotación maderera sin control, que abre caminos en sus cerros en los que múltiples aserraderos ilegales irrumpen para robar madera y deteriorar sin pausa la estructura del bosque.

“La gran cantidad de desmontes para producir soja que se realizó en los últimos años en la provincia de Salta en la zona cercana a Tartagal es una de las principales causas de estas inundaciones. Las altas precipitaciones, sumado a la pérdida de cobertura vegetal, incluso casi a la vera de los ríos, generaron un verdadero cóctel destructivo”, señaló Hernán Giardini, coordinador de la campaña de Bosques de Greenpeace. "Lamentablemente, a pesar de las advertencias de 2006 (cuando tuvo lugar el mismo fenómeno), no hubo respuestas, y en el 2007 hubo un incremento en las autorizaciones de tala otorgadas por el entonces gobernador Romero, quien permitió que más de 400 mil hectáreas fueran desmontadas”.

Sin la vegetación propia del lugar, la estructura de las laderas se vuelve cada vez más inestable. Sin retención suficiente, se acelera el escurrimiento superficial. Con poca retención y excesivo escurrimiento, las crecidas no se regulan. Con grandes crecidas, no hay puente ni camino que resista. El ecosistema es dinámico y se repone, pero ante la explotación descontrolada muchas veces no tiene capacidad de cicatrización para mitigar el impacto de copiosas lluvias en tan escaso tiempo.

Visita presidencial

Al momento de cerrar esta crónica, la presidenta Cristina Fernández llegaba a Tartagal, a poco de su regreso al país tras la visita que realizó en España. Sus primeras expresiones no coincidieron con las que había formulado su ministro del interior. Dijo que "las catástrofes naturales muchas veces no se deben sólo a las fuerzas de la naturaleza, sino a la intervención del hombre, que termina provocando situaciones que culminan en catástrofes." Primero había sobrevolado la zona en un helicóptero, y más tarde inició un recorrido en un vehículo y también a pie. A la custodia presidencial le resultó difícil contener a los vecinos que pretendían acercarse a la presidenta para demandar ayuda que les permitiera reconstruir sus viviendas. Los últimos informes indicaban que la cifra de evacuados podría llegar al millar, y que un tercio de los 60.000 habitantes de Tartagal, habían resultado afectados por el aluvión.

El paso de los días permitirá medir con más precisión los alcances de la tragedia, pero las imágenes "amarronadas" de la destrucción material y la desolación de muchos vecinos, indican que será difícil reponer lo perdido. El suceso promueve el sentimiento de solidaridad que ya se manifiesta en diversas ayudas de movimientos sociales, de entidades y también de particulares. Pero también invita a la reflexión sobre las causas de la tragedia y de la necesidad de atender las denuncias y las movilizaciones que en diferentes regiones del interior, insisten en poner fin a la irresponsabilidad que suele acompañar a muchas actividades industriales, extractivas o incluso agropecuarias.

Redacción de SERPAL, Servicio de Prensa Alternativa.

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