viernes, 15 de agosto de 2008

Aprendiendo a hablar del clima

Thomas L. Friedman
ILULISSAT, Groenlandia |

La mayoría de la gente sentirá que el cambio climático le llega en forma de mayores cuentas por el servicio de agua, debido a sequías; cuentas más altas en el suministro de electricidad, debido a que el uso de combustibles fósiles se vuelve prohibitivo...


A veces, uno sencillamente desearía ser fotógrafo. Simplemente no tengo las palabras para describir la asombrosa majestuosidad del glaciar Kangia de Groenlandia, deshaciéndose de témpanos de hielo masivos, tan grandes como rascacielos, para empujarlos lentamente por el fiordo de Ilulissat hasta que choquen contra el océano frente a la costa oeste de Groenlandia. Ahí, estas esculturas naturales de hielo flotan y se menean en torno a las vidriosas aguas cercanas a este sitio. Aún es posible navegar entre ellas en un bote pesquero, escuchando a estos monstruos de hielo blanco crujiendo y rajándose, respirando profundamente y suspirando, como si estuvieran protestando ruidosamente por su destino.

Estás completamente solo aquí entre los gigantescos témpanos, con la excepción del solitario pescador de mero que flota en la cercanía. Nuestro contramaestre groenlandés se acerca a la diminuta nave de pesca, donde mis anfitriones compran unos cuantos meros recién salidos de sus redes, cortan de tajo las tiernas mejillas y me cortan el sushi de mero más fresco que yo haya probado. “Comida rápida de Groenlandia”, dice en broma el ministro del Ambiente de Groenlandia, Kim Kielsen.

Nosotros lo diluimos con güisqui escocés enfriado con un cubo de hielo de 5.000 años de antigüedad, arrancado de uno de los fragmentos del glaciar que están flotando. Algunos países tienen güisqui añejo. Otros tienen vino añejo. Groenlandia tiene hielo añejo.

Pero, qué lástima, yo no trabajo para National Geographic. Esta es la página editorial. Además, mi viaje con la ministra de Clima y Energía de Dinamarca, Connie Hedegaard, para ver los efectos del cambio climático en la capa de hielo que cubre a Groenlandia, me deja con una opinión muy fuerte: algún día, nuestros hijos realmente van a sentirse enojados con nosotros.

Hemos cargado su futuro a nuestras tarjetas Visa. Hemos agregado tantos gases de invernadero a la atmósfera para el crecimiento de nuestra generación, que nuestros hijos probablemente van a pasar buena parte de su adultez, quizá toda, meramente intentando controlar las implicaciones climáticas de nuestro derroche. Y ahora, nuestros dirigentes les están diciendo que la salida está en la “perforación frente a las costas”, en busca de más combustibles fósiles que alteran el clima.

Locura. Locura pura.

La mayor parte de la gente da por hecho que los efectos del cambio climático se van a sentir a través de otro gran desastre, como el huracán Katrina. No necesariamente, dice Minik Thorleif Rosing, prominente geólogo en el Museo Nacional de Historia de Dinamarca y uno de mis compañeros de viaje. “La mayoría de la gente de hecho sentirá que el cambio climático les llega a través del cartero”, explica. Llegará en la forma de mayores cuentas por el servicio de agua, debido al aumento de sequías en algunas áreas; cuentas más altas en el suministro de electricidad, debido a que el uso de combustibles fósiles se vuelve prohibitivo; aunado a mayores costos de seguros y tasas hipotecarias, a causa de un clima de mucha mayor e impredecible violencia.

Recuerden: cambio climático significa “alocamiento del clima”, no solo calentamiento global.

Groenlandia es uno de los mejores lugares para observar los efectos del cambio climático. Debido a que la mayor isla del mundo tiene apenas 55.000 habitantes y ninguna industria, la condición de su enorme capa de hielo –así como su temperatura, precipitación y vientos– está bajo la influencia de las corrientes atmosféricas y oceánicas del mundo que convergen aquí. Cualquier cosa que pasa en China o en Brasil se siente aquí. Y debido a que los groenlandeses viven cerca de la naturaleza, son indicadores ambulantes del cambio climático.

Así aprendí un nuevo lenguaje: “Habla del clima”. Es fácil aprenderlo. Existen tan solo tres frases. La primera de ellas es: “Apenas unos cuantos años atrás...”. Apenas unos cuantos años atrás era posible desplazarse en trineos jalados por perros en el invierno desde Groenlandia, cruzando después un banco de hielo de 65 kilómetros de largo, hasta la isla Disko. Pero, en los últimos cuantos años, el aumento en las temperaturas invernales en Groenlandia ha derretido ese enlace. Ahora, Disko está aislada. Guarden el trineo para perros.

Se registró un aumento del 30% en el derretimiento de la capa de hielo de Groenlandia entre los años 1979 y 2007, al tiempo que en este último año la tasa fue 10% mayor que en cualquier año previo, destacó Konrad Steffen, el director del Instituto Cooperativa de Investigación de Ciencias Ambientales en la Universidad de Colorado, la cual vigila el hielo.

Actualmente, Groenlandia pierde 200 kilómetros cúbicos de hielo cada año –a raíz de la nieve y el hielo que resbalan al océano desde glaciares en caletas a lo largo de sus extremos–, lo cual supera por mucho el volumen de todo el hielo de los alpes europeos, agregó. “Todo está ocurriendo más rápidamente de lo anticipado”.

La segunda frase es: “Yo nunca antes había visto eso”. Llovió en diciembre y enero en Ilulissat. ¡Este lugar está muy por encima del Círculo Ártico! Se supone que aquí no llueve en invierno. Steffen dijo: “Hace 20 años, si yo le hubiera dicho a la población de Ilulissat que llovería en la Navidad del 2007, sencillamente se habría reído de mí. Hoy es una realidad”.

La tercera frase es: “Bien, normalmente, pero ahora ya no lo sé”. Los patrones tradicionales del clima que los ancianos de Groenlandia han conocido durante toda su vida han cambiado tan rápidamente en algunos lugares que “la experiencia acumulada de personas mayores ya no es tan valiosa como era en el pasado”, destacó Rosing. El río que siempre estuvo ahí está seco actualmente. El glaciar que siempre cubría a esa colina ya desapareció. Los venados que siempre estaban allá cuando se inauguraba la temporada de cacería, el 1 de agosto, no aparecieron por ninguna parte.

No causa sorpresa, entonces, que por aquí todos hablen del clima ahora; vuestros hijos también lo harán, y más pronto de lo que ellos creen.

© The New York Times News Service

http://www.eluniverso.com/2008/08/13/0001/21/DEC96FB153B44FABB4F0016F39A45ACD.html

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