jueves, 26 de junio de 2008

El Pentágono se prepara para las próximas guerras del agua

Carlos Enrique Bayo

En España, un ciclo extraordinariamente lluvioso ha hecho creer a muchos que los enfrentamientos por la escasez de agua se han terminado, cuando no han hecho más que comenzar. Los que sí conocen la magnitud de la amenaza a la que nos enfrentamos son "los estrategas militares norteamericanos, que están vigilando atentamente el creciente riesgo de que estallen múltiples conflictos internacionales a causa del agua", me explicaba hace pocos días en Zaragoza la presidenta del Observatorio de la Mundialización, Susan George.
Hace ya más de un decenio, en 1997, Kent Hughes Butt, profesor de estrategia política militar en el Army War College del Ejército de EE UU, publicó un largo artículo en la revista académica trimestral Parameters titulado "La importancia estratégica del agua". Concluyó que la falta de legislación internacional, de organismos de arbitraje y de mecanismos disciplinarios permite que impongan sus intereses los países situados río arriba, provocando graves conflictos internacionales que tienden a prolongarse. Como el árabe-israelí, cuya Guerra de los Seis Días estalló por una disputa sobre las aguas del Jordán y de su acuífero bajo Cisjordania.

"A mí me es imposible verificarlo", me dijo en privado Susan George, "pero expertos geólogos me han asegurado que tanto el trazado del muro que ha levantado Israel como la intrincada situación de los asentamientos judíos que se han establecido en los territorios ocupados siguen exactamente en superficie la situación subterránea de los acuíferos disponibles. Por supuesto, el Ejército israelí considera que el control de las aguas de la región es clave para su superioridad estratégica. Desde el 67, Israel no sólo controla el tramo superior y la cuenca completa del Jordán, sino que ha explotado intensamente las aguas del acuífero de los montes Yarquon-Taninim".

La autora del Informe Lugano, verdadera biblia de la altermundialización, también subraya el peligro que reviste la postura de Turquía con respecto al sistema del Tigris y el Éufrates, del que sólo posee un 20% de su cuenca pero "reivindica tener soberanía estatal absoluta sobre las aguas que nutren esos ríos por ser el país donde se originan". Ankara tiene en marcha un plan de desarrollo que incluye la construcción de 22 embalses y 19 grandes obras de irrigación, con la intención de convertir Anatolia en el granero de la región. Pero ante la creciente sequía que acompaña al cambio climático en Oriente Medio, el bloqueo de las aguas de las que vive Irak es un auténtico casus belli para el nuevo régimen de Bagdad, que está tratando de independizarse del neocolonialismo estadounidense y repara sus relaciones con Irán.

En la obra que acaba de escribir para la colección Palabras del Agua de la Expo 2008, la directora del Transnational Institute de Amsterdam revela el trabajo del académico Mark Levy, del Center for International Earth Science Information Network (CIESIN, de la Universidad de Columbia), quien está demostrando científicamente la relación directa entre los recursos hídricos y los conflictos bélicos internacionales:

"En su trabajo con el International Crisis Group, está combinando bases de datos sobre guerras civiles y disponibilidad de agua, para demostrar que cuando el régimen de lluvias está considerablemente por debajo de lo normal, el riesgo de que un conflicto de baja intensidad se convierta en una guerra civil a plena escala aproximadamente se duplica al año siguiente".

"Entre otros casos, menciona las zonas de Nepal donde hubo intensos combates durante la revuelta maoísta de 2002, después de graves sequías; por el contrario, no hubo enfrentamientos en otras zonas del país que no habían padecido sequías. Las investigaciones de Levy sugieren que la sequía provoca escasez de alimentos y esto genera indignación contra el Gobierno. En algunos de estos casos, vuelven a aparecer grupos armados semiretirados y se reanudan los enfrentamientos".

"El International Crisis Group tiene una lista de setenta puntos en observación y Levy está reuniendo datos sobre el régimen de lluvias en cada uno de ellos, para ver si esta evidencia puede contribuir a anticipar los conflictos. Según Levy, este enfoque lleva a considerar a Costa de Marfil como un epicentro de renovados conflictos. Posteriormente sería posible incorporar otros detalles relacionados con el agua a la base de datos para la predicción de conflictos, añadiendo, por ejemplo, información sobre inundaciones y tormentas".

"Por el momento, Levy sostiene que los datos confirman en gran medida que, en los casos de conflictos internos (es decir, aquellos que no involucran a dos estados) las sequías intensas y prolongadas son el indicador más poderoso de conflictos de alta intensidad, definiendo así a los conflictos que provocan al menos un millar de muertes en combate. Levy concluye diciendo: "Me ha sorprendido lo intensa que es esta correlación"".

Por descontado, los estrategas del Pentágono siguen atentamente estas investigaciones y constatan que una quinta parte de la población del planeta depende de los sistemas fluviales de los 200 ríos más importantes; que 150 de esos sistemas fluviales son compartidos por dos naciones; y que los restantes 50 sistemas son compartidos por un número de naciones que oscila entre tres y diez.

En concreto, la prevista desaparición de los glaciares del Himalaya dejará sin caudal a los ríos Indo (compartido por India y Pakistán), Ganges (India y Bangladesh) y Mekong (China y Vietnam), compartidos por países que ya han librado cruentas guerras en el pasado por el control de otros recursos naturales. Si a esas cuencas sumamos la del Yangtzé (China), nos encontramos con que la falta de agua amenazará en el cercano futuro la supervivencia de unos 1.300 millones de personas sólo en el sur de Asia.

En cuanto a África, la catastrófica desaparición del caudal del río Níger ha arruinado la agricultura de numerosos países, empujando a sus habitantes a la desesperada huida hacia el mar y después en cayucos hacia las costas españolas e italianas. Darfur ha sido (y sigue siendo) la primera gran guerra del cambio climático, pero muchas otras están en gestación a lo largo y ancho del planeta.

La crisis planetaria por el control del agua dulce que se está fraguando hará que muy pronto parezcan juegos de niños los conflictos por ese problema que se están recrudeciendo entre las diferentes comunidades y regiones españolas.

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