Las plantaciones de especies exóticas, principalmente pino insigne (Pinus radiata) y eucalipto (Eucalyptus spp) se iniciaron en Chile a fines del siglo XIX y su tasa anual tuvo importantes fluctuaciones a pesar de los incentivos que otorgaba el Estado. Declaración Pública de la Agrupación de Ingenieros Forestales por el Bosque Nativo.
En la década de 1960-70, CORFO inició un programa de expansión de la industria de papel y celulosa, que requería aumentar fuertemente la tasa de plantaciones, por lo que, en conjunto con el Ministerio de Agricultura, puso en marcha una campaña que permitió elevar la tasa anual de plantaciones a un promedio de 50 mil hectáreas hacia fines del decenio de 1960 e inicio del de 1970. Se creó la Corporación de Reforestación, que a comienzo del mismo periodo dio origen a la Corporación Nacional Forestal, CONAF.
Posteriormente, a raíz de la promulgación del Decreto Ley 701 de 1974, en plena dictadura militar, se produce un fuerte incremento en la tasa anual de plantaciones monoespecíficas con cifras anuales superiores a 100.000 hectáreas. La plantación en gran escala se potencia por los bajos precios de la tierra, lo que permitió a empresas forestales comprar grandes extensiones a particulares y al Estado, que iniciaba su política privatizadora. Aprovechando la bonificación del 75% de los costos netos de forestación que otorgaba el Estado, las franquicias tributarias y la garantía de inexpropiabilidad, las empresas forestales expandieron fuertemente las plantaciones, cercaron los predios y quebraron la relación latifundio-minifundio que existía hasta el momento, confinando al pequeño propietario agrícola y minifundista y a comunidades mapuche a vivir exclusivamente de sus propios recursos naturales, muchas veces rodeados de plantaciones exóticas monoespecíficas.
Otro factor determinante en la expansión de las plantaciones forestales en este período fue la existencia de una gran infraestructura industrial para la producción de celulosa (CELCO, INFORSA) creada por el Estado antes de la dictadura y vendida luego a bajísimo precio a los mismos grupos económicos que invertían fuertemente en plantaciones bajo las condiciones ya señaladas, cerrando con ello un negocio redondo financiado por todos los chilenos.
Las consecuencias negativas de esta fuerte expansión de las plantaciones no tardaron en manifestarse ya en la década de 1990-2000:
• Pérdida de áreas con bosques nativos sustituidos por plantaciones: Se estima que se han sustituido 400.000 hectáreas de bosques nativos por plantaciones.
• Como consecuencia de lo anterior, pérdida de bienes y servicios del bosque: biodiversidad, medicinas, leña, materiales para vivienda, artesanías, entre otros. Destacamos:
o Alteración del ciclo del agua necesaria para la vida: disminución de agua disponible en zonas que sufren períodos de sequías, así como de su calidad por aumento en el transporte de sedimentos y por la aplicación de químicos, y agravación de derrumbes de tierra e inundaciones en zonas lluviosas.
o Disminución de la producción de alimentos.
o Degradación de suelos.
o Deterioro del paisaje en zonas turísticas.
• Emigración campesina hacia pueblos y ciudades, creando situaciones de pobreza y déficit de infraestructura. Como resultado, se comenzaron a cerrar escuelas rurales. El Alcalde May de Coihueco declaraba en 2002 que por cada 25.000 hectáreas plantadas se cerraba una escuela rural.
• Disminución de fuentes de empleo en zonas de tradición agropecuaria.
• Detrimento de culturas indígenas y de tradiciones, dependientes de los ecosistemas originales. Conflictos sobre tenencia de la tierra en territorios indígenas.
No obstante, la expansión de las plantaciones también ha traído consecuencias positivas a la economía nacional al crearse una superficie superior a las dos millones de hectáreas que alimenta a una industria forestal claramente orientada a las exportaciones. En 2007, éstas alcanzaron a 4.000 millones de dólares, elevando a 13% la participación del sector forestal en el total de exportaciones del país. También ha sido posible apreciar un aumento en la ocupación y en el control de la erosión en sectores de la Cordillera de la Costa de las Regiones del Maule y Bío-Bío.
Sin embargo, este modelo forestal chileno basado en las plantaciones de pinos y eucaliptos – similar al de Brasil, Uruguay, Argentina, Sud África, Nueva Zelanda, Australia y otros países - ha generado una gran concentración de riqueza y patrimonio, que se aprecia en todas las variables económicas del sector, sin que se observe una mejoría real de las condiciones de vida de los trabajadores forestales y de las personas que viven en las comunas rurales donde prosperan las plantaciones y la industria. En estas comunas, los Índices de Desarrollo Humano del PNUD (basados en estudios de ingreso, salud y educación) no sólo son muy bajos, sino que son los más bajos del país.
ESTE MODELO FORESTAL CHILENO, CONCENTRADOR DE LA RIQUEZA Y CON FUERTES IMPACTOS AMBIENTALES Y SOCIALES NO RESUELTOS, NO ES SUSTENTABLE.
Nuestra propuesta:
Es el Estado quien debe tomar conciencia y adoptar una posición clara al respecto, lo que no ha hecho desde el advenimiento de la democracia. A partir de esa conciencia, convocar a diversos actores - más diversos y representativos que los de la actual Mesa Forestal - y asumir el compromiso de largo plazo (más allá de los gobiernos que apenas duran 4 años) de generar mecanismos de participación en un proceso para implementar una política de plantaciones y de crecimiento de la producción forestal, que implique, al menos:
• Limitar el crecimiento en superficie de las “mega empresas”, en especial eliminando las compras de tierras a pequeños y medianos propietarios y a comunidades indígenas.
• Apoyar la creación, desarrollo y consolidación de la pequeña y mediana empresa forestal.
• Iniciar un proceso de ordenamiento territorial que permita compatibilizar intereses privados y públicos en torno a los recursos forestales.
• Eliminar o limitar el desarrollo de plantaciones en zonas donde se detecten problemas de agua, a menos que se demuestre que ellas no van a afectar a la población local, estableciendo franjas de protección de cursos de agua con vegetación nativa.
• Generar un proceso de cambio en los sistemas de cosecha forestal que elimine, modifique o limite las talas rasas.
• Prohibir el uso del fuego como instrumento de manejo forestal.
• Impedir el establecimiento en grandes paños continuos de nuevas plantaciones y de aquellas que se vayan renovando, distribuyéndolas como parches en un tejido vegetacional diverso, respetando la protección de quebradas y cursos de agua.
• Prohibir la sustitución de bosque nativo por plantaciones.
AGRUPACIÓN DE INGENIEROS FORESTALES POR EL BOSQUE NATIVO
www.terram.cl
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