jueves, 12 de junio de 2008

Privatizando la guerra

galai nasser
al ahram weekly

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

No sólo son las fuerzas gubernamentales, la resistencia y los enfrentamientos sectarios los que han desencadenado el caos en Iraq. La invasión estadounidense y sus consiguientes políticas fueron las que hicieron que la situación de la seguridad se derrumbara y se desatara la vorágine. Para acabar de destrozarlo todo más aún, y pisándole los talones a las fuerzas ocupantes, llegaron miles de miembros de firmas privadas ofreciendo servicios militares de alquiler. El comercio corporativo de mercenarios es un fenómeno relativamente reciente y este artículo intenta investigar qué funciones desempeñan y cómo actúan en Iraq y en otros lugares.
Hay, en estos momentos, más de cincuenta firmas de seguridad privada operando en Iraq y, según informaciones recientes, es probable que esa cifra aumente en el futuro. Oficialmente, su función es proteger instalaciones vitales (desde edificios del gobierno a pozos de petróleo) y personas importantes (como el Embajador estadounidense, por ejemplo). Algunas de esas compañías se dedican también a recoger información de inteligencia y disponen de departamentos de análisis cuyo personal tiene acceso a las tecnologías de vanguardia utilizadas en el campo militar y de seguridad. Global Risk es una de esas compañías. Encargada de proteger el Aeropuerto Internacional de Bagdad, ha alquilado a ese objeto a 500 soldados nepalíes y a otros tantos de las islas Fiji, que son, al parecer, los que resultan más baratos de entre las treinta nacionalidades de mercenarios actualmente en Iraq.

La existencia de esa clase de firmas en Iraq atrajo por vez primera la atención pública gracias al London Times, que informó, en mayo de 2004, que la cifra de empleados británicos que tales firmas estaban enviando a Iraq se había duplicado hasta llegar a los 1.500 desde el año anterior. Entre esos empleados figuraban antiguos policías, oficiales y soldados paracaidistas británicos. Los funcionarios iraquíes de entonces admitieron que no tenían ni idea de cuántos mercenarios estaban operando en el país. Un año después, el ex secretario de defensa de EEUU, Donald Rumsfeld, declaró que había allí, en aquel momento, unos 100.000, y que resultaban necesarios porque las fuerzas de la coalición no podían aportar la cantidad de tropas necesarias para proteger a los diplomáticos y hombres de negocios extranjeros. Añadió que se estaba pagando alrededor de “1.000 millones de dólares anuales” a esas firmas privadas de seguridad (*).

Al parecer, y a pesar de todas las negativas oficiales, alquilar mercenarios para las guerras de EEUU se ha convertido en una de las políticas del Pentágono. Según Peter Singer, analista de seguridad en la Brookings Intitution y autor de “Corporate Warriors”, las compañías privadas que ofrecen servicios militares especializados de alquiler jugaron un papel importante en la mayor parte de las guerras en las que EEUU se implicó a lo largo de la década de 1990, incluyendo las de Somalia, Haití, Ruanda, los Balcanes y Timor del Este. Pero ese papel ha aumentado exponencialmente en las guerras estadounidenses actuales en Afganistán e Iraq.

Una especie de oscurantismo rodea a esas compañías. Frecuentemente, se hace difícil precisar con exactitud cuáles son las funciones que se supone realiza su personal en sus puestos en el extranjero. Los títulos y descripciones de los trabajos que esas compañías utilizan avivan el misterio. Hay también cada vez más preocupación por la falta de contención de sus actuaciones. Por ejemplo, el ex secretario de asuntos exteriores británicos, Jack Straw, manifestó su consternación por la creciente brutalidad de los mercenarios cuyo estatus y actividades no están cubiertos por las leyes y convenciones que regulan la presencia de fuerzas armadas convencionales. La práctica de importar mercenarios extranjeros para que lleven a cabo tareas militares especiales es sin duda un factor que ha agravado la contienda y la confusión en Iraq. En efecto, hay crecientes sospechas de que los mercenarios pueden estar implicados en secuestros, asesinatos y asaltos contra agencias internacionales y otras tantas actividades terroristas que empañan las imágenes de Iraq y del Islam. Hay una cosa que sí está clara: los mercenarios ganan mucho, mucho más que sus homólogos en las fuerzas armadas.

CONFIANDO EN LA GUERRA

Las mismas firmas, la mayoría de ellas de propiedad estadounidense o británica, ofrecen servicios que van desde instalaciones y labores de vigilancia, suministro de equipamiento y provisiones, a trabajos de inteligencia e intervención en campo de combate. El crecimiento de este fenómeno ha añadido un nuevo término al léxico militar de finales del siglo XX. Por encima de las “guerras por control remoto”, de las “guerras por poderes” y de la “guerra preventiva”, tenemos ahora la “guerra privatizada”, o la guerra emprendida o apoyada por fuerzas y personal subcontratado desde firmas militares privadas que no están subordinadas a la jerarquía militar oficial.

En octubre de 2006, The Independent informó que el gobierno británico había sido acusado de promover la privatización de la guerra en Iraq como parte de su estrategia para salir de ella. El periódico citaba a John Hillary, director de la organización benéfica War on Want, diciendo “Existe auténtica preocupación de que el gobierno esté intentando privatizar el conflicto de Iraq. La ocupación de Iraq ha permitido que los mercenarios británicos consigan inmensos beneficios. En contraste, el gobierno ha fracasado a la hora de promulgar leyes que castiguen los abusos de los derechos humanos, incluidos los tiroteos contra civiles iraquíes”.

Lo que inicialmente hizo que los gobiernos británico y estadounidense se volvieran hacia las fuerzas privadas de seguridad fue su incapacidad para reclutar suficientes tropas tradicionales que enfrentaran la inesperada fuerza de la resistencia iraquí. Como la resistencia aumentó muy pronto y las fuerzas de la coalición se vieron desbordadas y moralmente afectadas, los mercenarios se hicieron necesarios para cubrir los huecos de las cifras crecientes de soldados que desertaban o que se negaban a hacer turnos dobles o incluso triples. Los oficiales en Washington y en Londres percibieron otra ventaja en los mercenarios. Sus muertos y heridos no se incluyen en las cifras oficiales de bajas militares, lo que permite que los oficiales proyecten hacia la gente un cuadro incompleto de las víctimas que causa la ocupación.

Los soldados de fortuna podían también resultar útiles para las operaciones que caen fuera de los límites del derecho internacional porque al recurrir a ellos se evitaría que los integrantes de las fuerzas oficiales de ocupación fueran llevados ante tribunales internacionales acusados de crímenes contra la humanidad o de violar el derecho humanitario internacional que regula las situaciones de ocupación. Si Washington prosigue su búsqueda de la empresa global estadounidense, uno puede bien imaginar una creciente dependencia de fuerzas militares privatizadas, o FMP, un término que tiene ciertamente un aura más respetable que la de mercenarios y que representa un negocio que se ha convertido en una industria legal que es cada vez más lucrativa.

Las FMP en Iraq están equipadas, o tienen acceso, con el material militar más sofisticado (vehículos blindados de cuatro ruedas, helicópteros, superordenadores y espionaje por satélite, y servicios de posicionamiento y orientación). Ofrecen incentivos muy atractivos, más que suficientes para tentar a individuos abandonar sus trabajos en casa como conductores de camiones, vigilantes de prisiones o guardia privados de seguridad y buscar empleo en una FMP que les enviará a los lugares calientes más violentos del planeta. Pagan salarios que oscilan de 500 a 1.500 dólares al día, mientras que un soldado normal de carrera gana alrededor de 3.000 dólares al mes y un policía iraquí gana menos de 400 dólares al mes. Esas cifras arrojan nueva luz de la forma en que se está desecando a Iraq de sus recursos nacionales. Consideren también que las firmas de seguridad privadas representan contratos por valor 100.000 millones de dólares en Iraq y Afganistán y que una de esas compañías –británica- aumentó su capital rotatorio de 554.000 dólares en 2003, antes de la guerra de Iraq, a 62 millones de dólares en 2005.

No todo el personal es británico o estadounidense: pueden provenir también de Sudáfrica, Nepal, Chile, Colombia, San Salvador, Honduras, Irlanda, España, Polonia, Brasil, Israel y, más recientemente, de Rusia y el Líbano. El personal de la seguridad privada asume la gama de tareas más amplia de la historia militar y de la historia de la profesión mercenaria. Vigilan los proyectos de reconstrucción iraquíes, se encargan de la seguridad de los VIP, como el antiguo administrador civil Paul Bremer y los embajadores estadounidenses que le siguieron en Iraq, acompañan a los convoyes que atraviesan las zonas controladas por las fuerzas de la resistencia, vigilan determinados edificios en Bagdad, agencias gubernamentales y los cuarteles de la ocupación en la denominada Zona Verde.

Un ex paracaidista ruso declaró recientemente a un periódico ruso que una FMP se había acercado a él con una oferta de empleo como guardia para los convoyes de ayuda humanitaria, para las delegaciones extranjeras de visita en el país y para las instalaciones petrolíferas estadounidenses. El oficial mantuvo que esas ofertas no detallaban todas las tareas que al personal de seguridad se le podía exigir que emprendiera, tales como peinar los barrios residenciales de los combatientes de la resistencia, misiones de reconocimiento y registros en los bloqueos de carreteras. Dijo que las firmas de seguridad privada preferían alquilar rusos a causa de la experiencia de combate adquirida en Afganistán y Chechenia.

No son precisamente pocos los árabes que se han alistado en las organizaciones mercenarias y que han estado vinculados con algunos de los crímenes más atroces contra los civiles iraquíes, y por menos dinero que sus compañeros mercenarios de otros países. El periódico libanés Al-Nahar escribe. “Muchos libaneses se han unido a las filas de mercenarios en Iraq con salarios que fluctúan entre los 1.000 y los 4.000 euros al mes, que son relativamente bajos para los salarios que reciben sus homólogos franceses, estadounidenses e incluso croatas. Los experimentados expertos de estas nacionalidades están embolsándose entre 1.000 y 10.000 dólares al día”.

ENCARGANDO MATAR

Contrariamente a la impresión que Washington ha intentado transmitir al mundo, los informes sobre las masacres perpetradas contra civiles iraquíes revelan que el ejército estadounidense ha encargado algo más que funciones de seguridad al personal de las FMP. Como si la invasión y ocupación estadounidense de Iraq, al margen del marco del derecho internacional, no fuera ya un crimen suficiente a los ojos de todos los estándares humanitarios y legales internacionales, la importación de miles de mercenarios sólo puede considerarse como una flagrante violación de los derechos humanos y un crimen contra los civiles iraquíes. Bagdad se ha convertido en la capital internacional de las FMP y de los asesinos de alquiler. De las miles de FMP que hay en el mundo, más del 50% están ahora en Iraq. Aunque la mayor parte de ellas son de propiedad británica o estadounidense, algunas son israelíes o sudafricanas.

Parece ser que los mercenarios han empezado también a llenar las filas del mismo ejército estadounidense. Tan desesperado está el ejército estadounidense que ha reclutado más de 35.000 soldados que no son ciudadanos estadounidenses. En su lugar, estos reclutas poseen, o se les ha concedido, la muy codiciada “Tarjeta Verde” y la promesa de naturalización si fueran lo suficientemente afortunados como para vivir hasta el fin de su período de servicio en Iraq. La mayoría de esos reclutas son originarios de países de habla hispana, pero muchos se han llevado un desengaño. Como escribió el Philadelphia Inquirer, “Tras la misión militar, no se consigue automáticamente la nacionalidad estadounidense. De los 13.500 soldados no estadounidenses que solicitaron la naturalización en 2002, sólo se les concedió la ciudadanía a 8.000”.

Hay varios especialistas que aseguran que el uso de mercenarios está muy extendido en Iraq, donde se les encarga de funciones diversas, tanto oficiales como no oficiales, que las autoridades están deseando averiguar. También sospechan que las tareas oficiales de vigilancia son sólo una tapadera de funciones mucho más discutibles, especialmente en vista del hecho de que muchos mercenarios tienen antecedentes criminales o incluso están buscados por la INTERPOL. Mantienen además que esos mercenarios forman la columna vertebral de bandas del crimen organizado que son utilizadas por las fuerzas ocupantes, por las agencias de inteligencia extranjera, o por fuerzas políticas internas iraquíes, para ejecutar vendettas, asesinatos y otros actos violentos con objeto de lograr determinados objetivos económicos o políticos.

Con la ocupación británico-estadounidense de Bagdad, todos los controles existentes en los cruces de frontera desaparecieron, lo que permitió que desde los países vecinos se infiltraran elementos de toda ralea y condición, especialmente de Irán y Kuwait. Entre los grupos más importantes en introducirse en Iraq en aquel momento estaban unos 1.000 soldados y oficiales iraquíes que habían sido entrenados en EEUU o en Hungría y que habían sido capturados durante la Guerra del Golfo de 1991, junto con algunos criminales iraquíes que habían sido arrestados en los países del Golfo y liberados varios meses antes de la invasión de 2003. Al mismo tiempo, desde Irán llegaron varios miles de militantes islamistas chiíes que se habían entrenado en Irán y que pasaron a formar el grueso de las milicias Badr. Muchas de ellas incluían iraquíes capturados durante la guerra Iraq-Irán que fueron más tarde liberados. No sólo una gran parte de esos elementos continúan recibiendo regularmente de Irán sus salarios mensuales, sino que además varios de ellos son miembros del actual parlamento iraquí, como reveló la organización iraní de los Muyahedin-e-Jalq en 2007.

LOS MERCENARIOS EN LA HISTORIA

El negocio mercenario seguirá expandiéndose si cuando se desmovilizan los ejércitos, al acabar las guerras, los soldados que se licencian continúan encontrando un mercado lucrativo para sus aptitudes combativas. Muchos analistas militares creían que el final de la Guerra Fría traería también el final del fenómeno de los soldados de alquiler. Lo que ha ocurrido ha sido precisamente lo contrario. Los mercenarios han proliferado, bajo nuevas apariencias y padrinos, pasando ellos mismos a denominarse “asesores militares”.

El 30 de enero de 1968, la Asamblea General de la ONU emitió una resolución condenando las actividades mercenarias. Los mercenarios fueron condenados también en las Conferencias Diplomáticas de Ginebra de 1974 y 1977.

En ese último año, el término fue ampliamente definido en el artículo 47 del primer Protocolo Adicional a las Convenciones de Ginebra del 12 de agosto de 1949. En él se afirma que un mercenario es una persona “especialmente reclutada a nivel local o en el extranjero para combatir en un conflicto armado; que toma, de hecho, parte directa en las hostilidades; que, esencialmente, se siente motivada para tomar parte en las hostilidades por el deseo de obtener ganancias privadas y a quien, de hecho, una de las Partes en el conflicto, o alguien en su nombre, ha prometido una compensación material, sustancialmente por encima de la prometida o pagada a los combatientes de rango y con funciones similares en las fuerzas armadas de esa Parte; que ni es nacional de la Parte en conflicto ni reside en el territorio controlado por una Parte en el conflicto; que no es miembro de las fuerzas armadas de una de las Partes en el conflicto; y que no ha sido enviada por un Estado que no es Parte en el conflicto en misión oficial como miembro de sus fuerzas armadas”.

Sin duda que ha habido siempre una conexión entre “hacer dinero” y “hacer la guerra”. El soldado de fortuna es una de las profesiones más viejas de la historia. En los textos del antiguo Oriente Medio, desde el Egipto faraónico hasta Mesopotamia, aparecen menciones frecuentes a los “hebreos” (Habiru o Hapiru), refiriéndose de distintas formas a pueblos sin estado o tribus o bandidos dedicados a merodear que entraban al servicio de reyes como ejércitos-esclavos, y de bandas de mercenarios deseando unirse a un ejército a cambio de una paga o una porción del botín. Dondequiera que ha habido combates, ha habido combatientes con el único objetivo de conseguir beneficios, aunque hayan cambiado sus modalidades de reclutamiento, sus métodos sean ahora más sofisticados y sus funciones se hayan especializado y diversificado cada vez más.

El siglo XX fue un crisol de guerras globales, conflictos regionales y enfrentamientos civiles, y un período de alarmantes avances en la tecnología militar que han ido minando la riqueza de las naciones en desarrollo y exacerbando su pobreza. Desde que los estadounidenses lanzaron las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, el mundo ha sido testigo de al menos 172 guerras. En la mayoría de esas guerras, los mercenarios no sólo tomaron parte en ellas sino que contribuyeron a agravarlas y a prolongarlas. Después de todo, están en el negocio no para defender una nación ni principio humanitario alguno ni a los oprimidos, están ahí para hacer dinero, montones de dinero. Cuanto más dure una guerra, más dinero hacen. El camuflaje describe con algo más que exactitud el tipo de uniformes que pueden llevar. Como camaleones, cambian de color para atraer a los postores más altos por sus servicios y éstos sirven para extender la muerte, el terror y la destrucción. No son capaces de sentir ni la menor conmiseración ni de sufrir remordimientos de conciencia, rasgos que se solicitan de las compañías que han hecho del negocio mercenario su reserva de recursos en ese comercio, al igual que de los individuos mismos.

Ya les llamemos mercenarios, firmas de seguridad privada o el pulcro y de moda término de FMP, son un baldón en la profesión militar y una plaga en la historia del progreso humano.

GANANCIAS GLOBALES

El hecho de que algunas guerras surjan por razones étnicas o religiosas, como en Kosovo, o vengan motivadas por la lucha por el poder, como en Uganda y Congo, o a causa del crimen organizado y el tráfico de drogas, como en Sierra Leona, Afganistán y Colombia, sugiere que la obtención de beneficios es un ingrediente fundamental en muchas de las guerras actuales, aún más en países ricos en recursos naturales y abundantes en corrupción gubernamental. La guerra en esos países ofrece incentivos a los elementos criminales, si no es participando en los conflictos actuales a cambio de una paga, es al menos indirectamente ofreciendo la necesaria cobertura de violencia para el contrabando y otras operaciones ilegales, que a su vez requieren de sus propios guardias y milicias.

África es la región del mundo más inestable políticamente. Sus países parecen estar enredados en ininterrumpidas contiendas étnicas y guerras civiles que han provocado masivas carnicerías humanas y genocidio. Algunos de esos países se han deteriorado hasta el caos total después que sus gobiernos importaran mercenarios para ayudarles a reasumir el control. La industria mercenaria está en auge en África debido en parte a la idea tradicional, mantenida aún ampliamente en ciertas áreas, de que el poder está en manos del partido que más dinero posee y comprar a los seguidores anima una cultura mercenaria. En parte, también, porque el colapso del régimen del apartheid en Sudáfrica produjo un exceso de expertos de inteligencia y militares con amplios conocimientos de los países vecinos en los que habían estado antes combatiendo. Esos combatientes, que no eran ya bienvenidos en Sudáfrica por sus ignominiosos antecedentes y su falta de voluntad para adaptarse a una vida civil, encontraron muchas oportunidades lucrativas en otros lugares del continente.

En cuanto al boom mundial del negocio mercenario, data del colapso de la Unión Soviética, del fin de la Guerra Fría y de la deriva de Washington de llenar el vacío resultante de la retirada de las grandes potencias de África. A este respecto, EEUU fomentó las relaciones estratégicas en África a través de ONG y compañías transnacionales en lugar de mediante relaciones estado-estado como había prevalecido en la etapa anterior. También el fin de la Guerra Fría hizo de todo menos cerrar los grifos del flujo de armas, en particular hacia los gobiernos del África Subsahariana. Todo esto combinado con los relativamente pobres recursos militares a su disposición, la debilidad heredada de la era colonial cuando las potencias coloniales mantenían deliberadamente mínimamente equipados y entrenados a los ejércitos locales, disminuyendo sus capacidades para que no pudieran controlar a sus respectivos países.

El fin de la rivalidad EEUU-URSS en esferas de influencia no alivió las condiciones explosivas en África. Redujo sencillamente la importancia estratégica de este continente. Ahora que Moscú estaba fuera de la foto, EEUU no necesitaba ya solicitar la amistad de gobiernos africanos para ganar más amigos y aliados estratégicos. Al mismo tiempo, las naciones europeas, bien por seguir la costumbre o por falta de voluntad suficiente, eran reacias a intervenir en África fuera del marco de la OTAN. Como mayor potencia colonizadora de África, la posición de Francia era especialmente importante. En la década de 1990, Paris concentró su atención en casa y en materias conectadas con la unidad europea. Francia ha empezado a reducir los niveles de fuerzas que mantiene en seis países africanos: Senegal, Gabón, África Central, Costa de Marfil, Djibouti y el Chad. Se espera que al final de otros cuatro años, Francia no tenga más de 5.000 tropas esparcidas por el continente, comparadas con las 30.000 que tenía en los años sesenta.

Además, la victoria del capitalismo sobre el comunismo desató el espíritu comercial competitivo, incluso en el terreno de la seguridad. Con cada vez más posibilidades de éxito, las firmas mercenarias percibieron velozmente las oportunidades, y en África, donde las tensiones alimentadas por la Guerra Fría ya no servían para frenarlas, las oportunidades abundaban, especialmente en el Congo, Zaire y Sierra Leona. Aún así, el negocio mercenario encontró también fuera de África ofertas abundantes en puntos conflictivos de Asia, partes de Europa y Latinoamérica.

ESCONDIDOS TRAS DE LAS MASCARAS

Una de las firmas mercenarias modernas que se conoció antes fue Executive Outcomes, con sede en Sudáfrica. La compañía militar privada especializada pionera en la guerra secreta y en patrullas de combate aéreo. Con miles de reclutas en sus listas, ganó una serie de contratos con diversos países africanos por valor cientos de millones de dólares. Según dichos contratos, se le pagaba a la firma por sus “servicios de seguridad” en forma de concesiones mineras en oro, diamantes u otros recursos minerales de gran valor.

Los oficiales de Executive Outcomes, que fundamentalmente provenían de los oficiales del ejército y la policía sudafricanos, proclamaron que sólo trabajaban con gobiernos o con la aprobación de los gobiernos concernidos. Otro personal clave incluía a pilotos ucranianos, que eran capaces de volar con los aviones de combate de la compañía, los MIG-27, y los helicópteros M-24, de fabricación rusa. (Executive Outcomes se disolvió en 1999 cuando Sudáfrica procedió a acabar con las actividades mercenarias)

Otra firma mercenaria importante es la Military Professional Resources Incorporated (MPRI), con sede en EEUU. También está integrada por antiguo personal del ejército o quasi militar, la compañía tiene una página en Internet en la cual se promociona a sí misma como una organización que ofrece servicios de entrenamiento para pilotar helicópteros. Los oficiales de MPRI defienden que se atienen a la ley y política de EEUU, que tienen licencia del Departamento de Estado para operar y que no son mercenarios.

En Gran Bretaña se descubrieron una serie de organizaciones mercenarias. Operando fuera de sus lujosos cuarteles, alquilan armas y fuerzas a países como Sierra Leona, desafiando las prohibiciones de las Naciones Unidas. Una de las firmas británicas más importantes en este campo es Defence Systems Limited (DSL), que alquila “servicios especiales de fuerza aérea” de antiguos oficiales de la RAF [Royal Air Force]. DSL ha proporcionado programas de entrenamiento de contrainsurgencia a los gobiernos de Nueva Guinea, Sri Lanka, Mozambique y Colombia.

Definitive Results, registrada tanto en Gran Bretaña y Sudáfrica, se jacta de un ejército de 5.000 combatientes y de una flota de aviones militares y civiles, incluidos aviones de espionaje y reconocimiento y varios helicópteros de asalto MIG-24. También opera una compañía aérea comercial que ofrece vuelos a destinos en África, Oriente Medio y Europa. Esta compañía ha tenido tanto éxito que ha logrado comprar varias firmas rivales, así como una compañía que controla concesiones mineras y petrolíferas en Angola, Sierra Leona, Uganda, Kenia, Tanzania y Mozambique. En 1996, ganó el contrato del gobierno de Sierra Leona para repeler a las fuerzas anti-gubernamentales del Frente Unido Revolucionario dirigido por Fodaj Sankov, una tarea en la que consiguió notables resultados.

Según el director de Definitive Results, la estrategia de su compañía es “entrar en diálogo con las Naciones Unidas y la Unión Africana para hacerles saber quiénes son, qué servicios proporcionan y cuán importantes son esos servicios. Queremos explicarles qué podemos realizar las operaciones que ellos necesitan mejor y más rápido y a un coste de sólo el 10% de sus actuales gastos”.

Una firma más modesta es Africa Security. Fundada por el ex oficial del ejército francés Patrick Tourne en 1990, e integrada por 2.500 reclutas, ha ayudado a sofocar movimientos de oposición anti-gubernamentales en Ruanda, Gabón y Camerún. En su momento, Africa Security pagó a sus soldados entre 20-30.000 francos al mes más los gastos de mantenimiento. La compañía, con sede en Sudáfrica, paga un salario mensual a sus pilotos de 10.000 dólares y de 2.000 dólares a oficiales equivalentes no comisionados. Los salarios son cuatro veces más altos que los que sus homólogos ganarían en el ejército sudafricano.

EL JUEGO DE LAS RELACIONES PÚBLICAS

Cuanto más prosperaba su negocio, más tenían que trabajar su imagen las supuesta FMP para desligarse –específicamente- del concepto de mercenarios. Las FMP encuentran naturalmente partidarios, que son de la opinión de que es importante distinguir entre las supuestas firmas de seguridad privada y los mercenarios proscritos internacionalmente. Pero tienen también sus detractores que defienden que hay poca diferencia entre lo que hacen los mercenarios y lo que hacen los operativos de las FMP. En todos los eventos, nadie ha acusado aún a los gobiernos de violar el derecho humanitario al conceder contratos lucrativos a esas firmas. Aunque algunas de sus actividades han hecho que el mismo ejército estadounidense las investigue. Un vídeo que circulaba por Internet, en el que se mostraba a personal de una firma de seguridad de propiedad británica abriendo fuego contra civiles iraquíes que pasaban en sus coches, desencadenó una investigación. La comisión de investigación recomendó finalmente no presentar acusaciones contra la firma y sus operativos.

A pesar de tan infames reseñas, los oficiales y empleados de las FMP insiste en que sus compañías tienen como objetivo promover la seguridad y estabilidad en naciones débiles. Su negocio, proclaman, es ayudar a equipar y entrenar a los ejércitos de esas naciones para que puedan encargarse de su seguridad interna y nacional. Rechazan firmemente que se les llame mercenarios, prefiriendo en su lugar el término “soldados contratados”. Dicen que el término mercenario conlleva la connotación peyorativa de furia despiadada y desenfrenada, pillaje y baño de sangre. En cambio, los soldados contratados son ciudadanos respetables que cumplen con la ley, que operan fuera de sus oficinas y que desempeñan servicios de entrenamiento y protección claramente recogidos en contratos legales.

Con todo lo modernas y profesionales que puedan ser sus oficinas y todo lo pulcramente que estén redactados sus contratos, es obvio que hay mucho más por detrás de la fachada y que las FMP están deseando alquilar a su personal para funciones que van más allá de los servicios estipulados contractualmente. Se dedican también al espionaje, a ejecutar asesinatos y se implican en guerras de guerrillas contra países cercanos al país que les contrató. Importan y hacen contrabando de armas, entrenan a fuerzas rebeldes, planean y ejecutan campañas de propaganda, realizan operaciones de vigilancia y sabotaje en territorio “enemigo”, protegen las riquezas y el poder de gobernantes corruptos y, además de todo eso, ayudan a que se extienda la pobreza, la destrucción y el caos, por la muy sencilla razón de que, como no están controlados por la ley, pueden –y quieren- hacerlo mientras haya dinero por medio.

¿Qué es el FACILITIES PROTECTION SERVICE?

El Facilities Protection Service (FPS) [Servicio de Protección de Instalaciones] se fundó el 4 de octubre de 2003, según la Orden Nº 27 de la Autoridad Provisional de la Coalición de Paul Bremer.

La Orden dice que: “El FPS se integra también de empleados de firmas de seguridad privada contratados para llevar a cabo, mediante contrato, una serie de servicios para los ministerios o gobernorados, siempre que esas firmas de seguridad privada y sus empleados tengan licencia y estén autorizados por el Ministerio del Interior, según se estipula aquí, en la Sección 7”.

Según Global Security, “El FPS trabaja para todos los ministerios y agencias gubernamentales, pero es el Ministerio del Interior el que fija e impone sus normas. Pueden estar también alquiladas a nivel privado. Al FPS se le encarga de la protección de los lugares donde hay edificios gubernamentales o ministeriales, o de edificios, instalaciones y personal privados. El FPS incluye petróleo, electricidad, policía y seguridad portuaria.

“La mayoría del equipo del FPS está constituido por antiguos miembros del servicio y antiguos guardias de seguridad. El FPS no se encarga de la seguridad de instalaciones públicas como hospitales, bancos y centrales eléctricas dentro de su distrito. Una vez entrenados, los guardias trabajarán junto a las fuerzas del ejército estadounidense para proteger sitios críticos como colegios, hospitales y centrales eléctricas”.

¿Qué firmas de seguridad privada son las que operan en Iraq?

“Según un informe de febrero de 2006 de la Oficina de Supervisión del Gobierno, había aproximadamente 48.000 contratistas militares privados en Iraq, empleados en 181 compañías diferentes. Puede que ahora haya muchos más”. Como ex agente de la CIA, el autor sabe cómo trabajan los mercenarios: en la sombra. Pero cómo hizo un tristemente célebre oficial británico, Tim Spicer, llegan para coordinar el segundo ejército mayor de Iraq: las decenas de miles de contratistas de seguridad privada (AEGIS). El informe menciona también a Blackwater, Dyncorp, Hart Security, Erinys… “Las compañías militares privadas –compañías que proporcionan seguridad sobre el terreno- representan una industria global que obtiene 30.000 millones de dólares al año…”

En Iraq, hay alrededor de 50 firmas de seguridad privada actuando. Entre ellas están:

AEGIS PLC (AEGIS Special Risk Management):

AEGIS es una firma de seguridad británica que tiene alrededor de 1.000 empleados en Iraq, 250 de los cuales son iraquíes. Una grabación mostró recientemente a miembros de AEGIS disparando felices contra civiles iraquíes.

Información aparecida en Sourcewatch sobre AEGIS: “El Pentágono concedió inicialmente, en mayo de 2004, a AEGIS Defence Services un contrato por valor de 300 millones de dólares para que actuara como ‘centro de coordinación y gestión de más de 50 compañías de seguridad privada en Iraq’. En diciembre de 2005, se superaba ese contrato en 430 millones de dólares. También contribuyeron con 75 equipos formados por ocho civiles armados para asistir y proteger la Oficina de Administración de Proyectos de EEUU. También proporcionaron protección para las Investigaciones del Programa de Petróleo por Alimentos”.

Según el Washington Post (12 de agosto de 2007), el ejército estadounidense pagó 548 millones de dólares durante los últimos tres años a dos firmas de seguridad británicas para que protegiera al Cuerpo de Ingenieros del Ejército estadounidense en proyectos de reconstrucción, 200 millones más sobre el presupuesto original, según datos previamente no revelados que muestran cómo el coste de la seguridad privada en Iraq ha crecido vertiginosamente. Las dos compañías, AEGIS Defence Services y Erinys Iraq, firmaron sus contratos originales con el Departamento de Defensa en mayo de 2004. Pero en julio de 2007, los contratos mantenían a una fuerza privada que había crecido en unos 2.000 empleados al servicio del Cuerpo de Ingenieros. La fuerza tiene más o menos el tamaño de tres batallones militares. No se ha documentado nunca ni el tamaño de esa fuerza ni su coste. El Pentágono ha declarado que hay actuando en Iraq alrededor de 20.000 contratistas de seguridad, aunque se estima que las cifras son considerablemente más altas. AEGIS y Erinys trabajan codo con codo en la Zona Verde de Bagdad.

ERINYS IRAQ LTD:

Según Global Security, “Erinys Iraq Ltd, que ganó un contrato por valor de 80 millones de dólares de la Autoridad Provisional de la Coalición para encargarse de la seguridad de la infraestructura petrolífera iraquí, ha contado con alianzas poderosas en Iraq”.

Erinys estableció una Empresa Mixta con Nour USA Ltd. El fundador de Nour es Abul-Huda Farouki, un acaudalado jordano-estadounidense que vive en el norte de Virginia y cuyas compañías han hecho amplios trabajos de construcción para el Pentágono.

Un socio fundador y director de Erinys Iraq es Faisal Dhaghistani. Faisal es hijo de Tamara Dhaghistani, que jugó un papel importante en el desarrollo del Congreso Nacional Iraquí de Ahmed Chalabi.

El abogado de la firma en Bagdad fue el sobrino de Chalabi, Salem Chalabi.

“Muchos de los 14.000 guardias reclutados por Erinys para proteger la infraestructura petrolífera venían directamente de las Fuerzas Libres Iraquíes, una milicia legal al movimiento de Chalabi”.

BLACKWATER USA:

Blackwater fue la firma de seguridad contratada para proteger a Paul Bremer en Iraq.

Información de Sourcewatch sobre Blackwater: “Blackwater es una de las dos compañías creadas por el Prince Group, la otra es Prince Manufacturing… El Prince Group compró Aviation Worldwide Services, [que] consiste en STI Aviation Inc, Air Quest Inc y Presidencial Airways Inc. Estas compañías proporcionan apoyo aéreo y logístico para las operaciones de Blackwater. La misma Blackwater se compone de Blackwater Training Center, Blackwater Target Systems, Blackwater Security Consulting y Blackwater Canine”.

Blackwater vs Faluya: La primera Fuerza Expedicionaria de Marines tomó Faluya el 27 de marzo de 2004. Durante una manifestación que se produjo al día siguiente, los estadounidenses mataron en Faluya a dieciocho civiles. La respuesta iraquí a esa masacre fue el asesinato y ahorcamiento, el 31 de marzo de 2004, de cuatro empleados de Blackwater. Siguieron numerosos crímenes de guerra cometidos por EEUU.

Nayaf también resultó afectada. Sourcewatch informa: “Según Russel Mokhiber y Robert Robert Weissman, unos cuantos días después de las matanzas de Faluya, Blackwater Security Consulting se implicó en una batalla a gran escala en Nayaf, con la compañía volando en sus propios helicópteros en medio de un intenso tiroteo para reaprovisionar a sus propios comandos. La creciente vigilancia sobre las firmas de seguridad llevó a Blackwater a contratar al Alexander Strategy Group [ahora implicado en tres de los escándalos de “K Street” (**)] para administración de crisis y relaciones con los medios y con el público.

ARMOURGROUP:

ArmorGroup actúa en 40 países por todo el mundo y proporciona administración internacional de riesgo, servicios de seguridad, actividades mineras y servicio de información.

ArmourGroup ha pujado por el que se cree ha sido el mayor contrato de seguridad estadounidense en Iraq, por valor de 475 millones de dólares. ArmourGroup es ya una de las mayores firmas de seguridad en Iraq, con más de 1.200 empleados. Se dice que es el mayor contratista de escolta de convoyes en Iraq –responsable del 30% de éstos- y que realizó 1.200 misiones el año pasado. Los potenciales postores incluyen también a AEGIS Defence Services.

La lista incluye:

- Bearing Point

- CACI

- Control Risks Group

- Crescent Security Group

- Bearing Point

- CTU Secur ity Consulting Inc.

- DYNCORP International

- EODT

- Gardaworld

- GSI

- Halliburton / KBR

- Northrop Grumman

- Parsons

- TITAN

- TOKAI

- Triple Canopy

- General

- AD Consultancy

- AKE Limited

- Baghdad Fire & Security

- CSS Global

- Custer Battles

- Dehdari General Trading & Contracting Est.

- Diligence Middle East

- Genric

- Global Risk Strategies

- Group 4 Falck A/S

- Henderson Risk Limited

- Hill and Associates, Ltd

- ICP Group

- ISI

- Meteoric Tactical Solutions

- Meyer & Associates

- NSR (Nauthiz Strategic Resources)

- Olive Security (UK) Limites

- Optimal Solution Services

- Overseas Security & Strategic Information, Inc/Safenet – Iraq

- RamOPS Risk Management Group

- SOC-SMG, Inc

- Sumer International Security

- The Steele Foundation

- TOR International

- Triple Canopy Inc

- Wade-Boyd & Associates LLC

- Unity Resources Group (Middle East) LLC

(Source: www.globalsecurity.org, www.globalsecurity.org, www.brusselstribunal.org and www.sourcewatch.org) .

Las compañías de seguridad privada carecen de control y regulación. Grupo de Trabajo de las Naciones Unidas

Según advirtió el 10 de marzo de 2008 el grupo de trabajo de Naciones Unidas sobre la utilización de mercenarios, una cifra cada vez mayor de compañías militares y de seguridad privada está actuando tanto a nivel interno como internacional sin supervisión ni responsabilidad alguna.

Al presentar su informe ante el Consejo de los Derechos Humanos de Naciones Unidas en Ginebra, el grupo de trabajo dijo que las compañías de seguridad privada que actúan en países arruinados por la guerra, como Iraq, Colombia y Afganistán, están reclutando para sus operaciones a ex policías y ex miembros de los ejércitos de países en desarrollo como “guardias de seguridad”.

Una vez allí, esos guardias se convierten de hecho en “soldados privados militarmente armados”, que es en resumen el nuevo modo de describir a los mercenarios, que a menudo son responsables de graves abusos contra los derechos humanos, afirmó el grupo de trabajo.

Los países asolados por la guerra carecen con frecuencia de capacidad para controlar y regular esas compañías privadas –a menudo transnacionales-, señalaba el informe, y cuentan con una legislación nacional que les garantiza inmunidad en muchos casos. Cuando esto sucede, los guardias privados son sólo responsables antes sus empleadores, por lo que el grupo de trabajo declaró que la inmunidad se convierte enseguida en impunidad.

El grupo de trabajo, establecido en 2005 y compuesto por cinco expertos independientes en capacidades de personal, pidió una ratificación más amplia de la Convención Internacional contra el reclutamiento, utilización, financiación y entrenamiento de mercenarios. Señaló también que los estados, como titulares del monopolio del legítimo uso de la fuerza, deberían ser los principales actores responsables de la protección y promoción de los derechos humanos.

Los miembros de este grupo de trabajo son: José Luis Gómez del Prado, de España (presidente-relator); Najat Al-Hajjaji, de Libia; Amada Benavides de Péres, de Colombia; Alexander Nikitin, de Rusia; y Shaista Shameem, de las Islas Fiji. (Fuente: www.globalsecurity.org)

N. de la T.:

(*) Para ampliar algunos aspectos de la información contenida, pueden consultarse los siguientes artículos publicados en la página de Internet del CSCA a finales de 2003 y 2004:

http://www.nodo50.org/csca/agenda2003/sinfo_22-12-03.html http://www.nodo50.org/csca/agenda2004/iraq/sinfo_7-03-04.html

http://www.nodo50.org/csca/agenda2004/iraq/sinfo_7-05-04.html

http://www.nodo50.org/csca/agenda2004/iraq/sinfo_31-05-04.html

http://www.nodo50.org/csca/agenda2004/iraq/sinfo_2-06-04.html

(**) “K Street”, en el lenguaje político de Washington, es una calle llena de modernos edificios donde se sitúan los lobby que pululan por Washington y que tratan de influir en las decisiones que se toman en el Capitolio, en la Casa Blanca y en las agencias federales, por lo que son considerados como una rama separada del gobierno. Para más información sobre escándalos referidos, véase artículo aparecido en The International Herald Tribune: http://www.iht.com/articles/2006/01/11/news/lobby.php

Enlace con texto original en inglés:

http://weekly.ahram.org.eg/2008/899/focus.htm

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