viernes, 6 de junio de 2008

Las guerras del agua
















por ROSA M. TRISTÁN

Las guerras del siglo XXI serán las guerras del agua. Así lo aseguran analistas políticos y científicos, quienes prevén que para el año 2025 la demanda de este elemento, imprescindible para la vida, será un 56% superior que el suministro. De hecho, ya es un bien escaso para buena parte de la humanidad: más del 20% no tiene acceso a agua limpia (2.600 millones de personas, según Unicef) y hasta un 40% sufre su escasez y ni siquiera puede disponer de las básicas infraestructuras higiénicas en su casa, como un urinario o un grifo.



El calentamiento global, que supondrá un aumento de las temperaturas y más sequías, empeorará una situación que causa la muerte de más de 5.000 niños cada día. Un informe reciente de los investigadores alemanes del Instituto Wuppertal del Clima, Wolfgang Sachs y Tilman Santarius —Un mundo justo (ed. Icaria)— menciona algunos de los conflictos que empiezan a surgir por la apropiación global de unos recursos hídricos que son locales, ya sea por medio de presas, conductos, tanques o botellas. Baste de ejemplo que en 1949 había en el planeta 5.000 grandes presas hidráulicas y a finales del siglo XX su número ascendía a 45.000. Tras estas grandes obras para producir energía y abastecimiento a las ciudades, se esconden grandes desplazamientos de personas y la destrucción de la vida que se sustenta en esos cauces, casi siempre sociedades al borde de la subsistencia y pueblos indígenas. Los beneficiarios siempre están a miles de kilómetros.

Ahí está la construcción en China —un país con el 6% del agua potable mundial y el 20% de la población— de las Tres Gargantas en el río Yangtse. Ya ha afectado negativamente a casi dos millones de personas. El próximo gran proyecto chino son otras 50 presas sobre el río Mekong que, según los analistas, generarán un fuerte conflicto con Vietnam, puesto que podría convertir su delta en un desierto y destruir el ecosistema del que viven millones de campesinos y pescadores. Pero el gigante asiático necesita energía al precio que sea.

Conflictos no menos intensos han surgido ya entre Egipto y Etiopía, por la explotación del Nilo; en República Democrática del Congo, como consecuencia de la futura presa Gran Inga (el doble de grande que las Tres Gargantas); o en la Amazonía brasileña, donde los indígenas luchan contra la presa en el río Xingú. A estas batallas internacionales hay que sumar, luego, las que se producen entre nacionales. Violentas protestas han tenido lugar en ciudades como Cochabamba (Bolivia), Soweto (Sudáfrica) o Yakarta (Indonesia) por la privatización del abastecimiento del agua, y todo parece indicar que no serán las únicas a medida que aumente la escasez. Hay lugares en los que este pago supone hasta el 10% de los ingresos familiares entre los más pobres.

Las ONG de desarrollo reconocen, sin embargo, que el primer paso para mejorar la salud de una comunidad es facilitar saneamientos y agua potable. Y calculan que reducir a la mitad las personas que hoy no disponen de ello supondría unos 30.000 millones de euros, menos del 1% de los gastos militares globales. Sólo la presa Gran Inga se estima que costará 50.000 millones de euros. Eso sí, la energía que genere se podrá exportar a España e Italia.

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