por marta durán de huerta
México, D.F. (apro).- En la última semana de mayo se realizó en Ilulissat, Groenlandia, un importantísimo encuentro entre Canadá, Rusia, Estados Unidos, Noruega y Dinamarca, con la finalidad de ratificar criterios para repartirse el Polo Norte.
No se trata simplemente de solucionar viejos problemas territoriales, sino de la lucha por el control de las reservas de petróleo y gas en el fondo del Océano Glaciar Ártico, que según la oficina de Sondeo Geológico de Estados Unidos (The US Geological Survey) podrían llegar a ser la cuarta parte de las reservas mundiales. El doctor Hermann-Rudolf Kudraß, de la Oficina Federal de Ciencias Geológicas y Materias Primas en Hannover, Alemania, calcula que son diez veces mayores que en Golfo Pérsico
La Cumbre en Groenlandia fue la primera reunión de alto nivel en la que participaron los ministros de Relaciones Exteriores de los países limítrofes con el Ártico.
La bandera rusa de titanio
Las tensiones se agudizaron en agosto de 2007 cuando Rusia plantó su bandera hecha de titanio a cuatro kilómetros de profundidad en el Océano Glaciar Ártico, reclamando la soberanía de la mayor parte del Polo Norte.
En la mayor expedición de su tipo, zarpó, en agosto de 2007 del puerto ruso de Murmanks, el laboratorio flotante Akademic Fiodorov. Abordo viajaron militares, científicos y hasta diputados de la DUMA para acercarse lo más posible al centro del Polo. Desde el barco y con ayuda de robots y cámaras, depositaron en el fondo del mar, una bandera de titanio y reclamaron para Rusia, el país más grande del mundo, un millón doscientos mil kilómetros cuadrados en el Océano Glaciar Ártico.
Rusia argumenta que la cadena montañosa submarina Lomonosov (que se extiende desde Siberia hasta el Polo Norte), es una continuación de su plataforma siberiana, y así lo declaró abiertamente el jefe de la expedición, el diputado Artur Chilingárov.
El problema es que Canadá considera que la cadena Lomonosov es de ella por encontrarse en el continente americano.
Dinamarca, por su parte, reclama que la línea Lomonosov está más cerca de Groenlandia que de ningún otro país. Recordemos que Groenlandia pertenece a Dinamarca y, para complicar aún más las cosas, Estados Unidos reclama derechos, debido a que un norteamericano fue el primero en llegar allá.
Sobre la bandera rusa en el fondo del mar, el entonces Ministro de Relaciones Exteriores de Canadá declaró: “No hay duda sobre la soberanía de Canadá en el Ártico y no se puede ir por el mundo sembrando banderas; no estamos en el siglo XIV ni el XV”, a lo que el ministro del Exterior ruso Serguei Larov contestó a través del diario Novosti, que los norteamericanos pusieron su bandera en la luna y en Monte Everest. “Estamos haciendo exactamente lo mismo”
Los editoriales de los diarios occidentales se dividieron en dos grupos: los que apoyaron las demandas territoriales de sus gobiernos y los que consideran que en Polo Norte es patrimonio de la humanidad. Pero el problema no es exclusivamente de fronteras, sino de accesos a los recursos naturales más preciados, como ahora lo son el gas y el petróleo.
La bandera rusa en el Polo Norte provocó de inmediato reacciones de las potencias occidentales. Para enfriar los ánimos, el canciller Larov
afirmó que tales cuestiones deben solucionarse exclusivamente a partir de la Convención sobre el Derecho del Mar y siguiendo los mecanismos legales.
La declaración fue hecha en Manila, ante un enjambre de reporteros que cubrían el foro de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ANSEA).
Buena parte de las disputas empezó cuando José Stalin decidió dibujar una línea desde el puerto ruso de Murmanks hasta el Polo Norte y luego lo declaró parte de la Unión Soviética. Desde entonces, los rusos han invertido fortunas en recopilar información. Ellos son quienes tienen el mayor número de costas en sus gélidas aguas. Tiene innumerables laboratorios y estaciones científicas sobre el suelo polar y aguas, así como la flota de rompehielos más grande del mundo (funciona con energía nuclear); ésta abre paso a caravanas de buques cargueros en las congeladas aguas. El Ártico ruso es una zona militarizada llena de bases y considerada estratégica para la seguridad nacional. En los puertos árticos tiene su base la Flota Norte y la Armada de Guerra. En otras palabras, ningún otro país tiene una fuerza militar tan grande en la zona boreal como Rusia.
En 1990, Estados Unidos y la entonces Unión Soviética firmaron un pacto de caballeros dividiéndose el territorio entre Alaska de Siberia, pero actualmente el Parlamento ruso no quiere renovar el acuerdo, pues considera que Rusia perdió 50 mil kilómetros cuadrados. Esta zona, por donde el hombre cruzó de Asia a América en la última glaciación, es rica en recursos pesqueros.
Estados Unidos y Canadá se disputan actualmente el Pasaje Noroeste; Noruega y Rusia hacen lo propio por el Mar de Barents, y Canadá y Dinamarca compiten por los derechos de una isla Hans, en las costas de Groenlandia
La reunión de Groenlandia
El Polo Norte es el único lugar en el planeta donde grandes potencias rodean de manera cerrada a un océano y sus fronteras se tocan.
La candente cumbre en un helado paraje fue convocada por el gobierno de Dinamarca y las autoridades autonómicas de Groenlandia para conjurar una crisis que estallaría más pronto que tarde, sobre todo ahora que los precios del petróleo están por los cielos y todos los países industrializados buscan asegurar un abasto.
Al encuentro de Ilulissat asistieron los cancilleres de Dinamarca, Per Stig Møller; Noruega, Jonas Gahr Støre, y Rusia, Serguéi Larov, así como el subsecretario norteamericano de Estado, John Dimitri Negroponte: el ministro de Recursos Naturales de Canadá, Gary Lunn, y el presidente autonómico groenlandés, Hans Enoksen. Condolezza Rice tuvo una visita breve a la Cumbre. Ni Suecia ni Islandia fueron invitadas.
Los anfitriones, indios inuits, llevaron a los ministros a dar un paseo en barco por los gélidos parajes para que vieran de cerca los estragos del efecto invernadero y cómo los icesbergs ya se derriten.
El encuentro multinacional del más alto nivel, no se llevó a cabo en un hotel de lujo o en algún palacete, sino en un gimnasio con la estructura de un iglú, cuyas paredes fueron decoradas con diseños tradicionales de los “esquimales” de Groenlandia, que aunque están bajo la administración danesa, son indios del continente americano.
La ONU, árbitro para disputas sobre el Polo Norte
Tras una semana de discusiones, los países participantes en la Cumbre de Groenlandia llegaron a la conclusión de que la mejor manera de resolver sus diferencias y buscar la extensión de sus zonas económicas es a través de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Hay ya convenios que habría que afinar y que hasta hoy son los mejores instrumentos diplomáticos, como la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, que para los participantes resultó suficiente para regular la administración del Polo Norte. Estados Unidos, un jugador clave en el tablero, no lo ha ratificado. Dimitri Negroponte y Condolezza Rice anunciaron que su gobierno no puede comprometerse a nada hasta después de las elecciones presidenciales del próximo otoño.
El artículo 76 de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, aprobada en 1982, permite revisar las fronteras marítimas y extender la zona económica más allá de las 200 millas náuticas ( equivalentes a poco más de 370 kilómetros).
Un Estado puede reivindicar sus derechos sobre la plataforma continental dentro del plazo de diez años a partir de la ratificación de este documento.
Sin embargo, ésta instancia de la ONU sólo trata asuntos referentes a las placas continentales y no puede involucrarse en otras disputas.
El pasado 30 de mayo, el ministro de exteriores noruego, Jonas Gahr Støre afirmó, en una conferencia de prensa: “Nadie de los cinco participantes en esta reunión violará las reglas establecidas”
El acuerdo general fue el respetar las convenciones de la ONU para proteger la zona. Se acordó crear un sistema de vigilancia para cualquier eventualidad en la región de tal forma que si hay un accidente, quien esté más cerca pueda ayudar a los exploradores, militares, científicos o transportistas.
No se consideró necesario crear un nuevo régimen jurídico, y en declaración conjunta, los participantes se dijeron dispuestos a la cooperación, así como apegarse al derecho internacional y preservar la seguridad para la navegación y el medio ambiente en la región.
Bonanza económica que se transforma en catástrofe ecológica
Durante siglos, el Polo Norte fue tierra incógnita, tierra de nadie, desolado, abandonado. Fue tras la Segunda Guerra Mundial en que tuvo importancia militar y estratégica, pero con el avance de la tecnología, los nuevos descubrimientos y el cambio climático, el Ártico se antoja un lugar lleno de recursos naturales, tesoros que, con la desaparición de los hielos, se volverán más accesibles.
El doctor Wolfgang Dierking vom Alfred-Wegener, del Instituto para Investigaciones Marítimas y Polares, en Bremen Alemania, dijo a la BBC que en la última década, la temperatura en el Ártico se elevó el doble que en el resto del mundo. El verano dura más tiempo y los hielos se retiran en un promedio de un 3% por década. Esto significa que el rápido descongelamiento de los polos permitirá la navegación en la llamada Ruta Marina del Norte.
Los enormes barcos rompehielos abren camino la mayor parte del año a los barcos de carga, pero con la velocidad en la que se calienta el planeta, es probable que se habrá rutas de navegación permanentes entre Europa y Asia.
El ahorro de tiempo de navegación y de combustible será enrome si los barcos, en lugar de cruzar por el Canal de Panamá, el Canal de Suez o el Estrecho de Magallanes en la Patagonia argentina, o bordear la parte más sur de Africa, toman el atajo del Polo Norte.
Los transportistas y comerciantes se frotan las manos. Las costas tendrían un florecimiento económico gracias a la creación de infraestructura en pro de navegación. Rusia y Noruega serían de las más beneficiadas. Sin los hielos eternos, habría acceso a bancos de peces que hasta hoy están protegidos.
Las más entusiasmadas por el derretimiento de los Polos son las compañías petroleras. El doctor Alexander Rahr, investigador en recursos energéticos rusos para el ministerio de Relaciones Exteriores de Alemania y autor del libro Russland gib Gas ( Rusia pisa el acelerador con gas), observa que los precios del petróleo y del gas son tan altos que ahora sí vale la pena hacer las carísimas exploraciones en el Ártico, para las cuales se necesitan robots especiales, satélites, submarinos, en fin, enormes inversiones.
“Para la Federación Rusa, extender su territorio al subsuelo polar le daría aún más recursos. Rusia es una de las principales surtidoras de petróleo y gas a la Unión Europea. La lucha por los polos en realidad es por las últimas reservas de hidrocarburos”, dijo el experto en entrevista con la cadena alemana ARD a fines de mayo.
El ártico tiene 26 millones de kilómetros cuadrados, cinco veces más grande que el Mediterráneo.
La aflicción de los ecologistas y científicos
El entusiasmo de los hombres de negocios y de las grandes corporaciones contrasta con la aflicción de los ecologistas y científicos que llaman la atención sobre el calentamiento del planeta.
La doctora Amparo Martínez, del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en entrevista con Apro, explica la importancia de los hielos polares para el clima mundial
“El hielo refleja un 30 por ciento de la radiación solar y esto es imprescindible para mantener un equilibrio climático. Los polos son, entre otros factores, reguladores de las temperaturas atmosféricas. Sin ellos cambiaría todo el panorama meteorológico y no para bien. A menos hielo, más radiación solar, lo que implica más altas temperaturas, y esto se traduce en menos hielo. El efecto invernadero es en gran parte responsable del calentamiento ambiental. El dióxido de carbono CO2 es un componente de la atmósfera de la tierra, que atrapa calor solar e impide que escape al espacio. Marte tiene una atmósfera que deja escapar calor, por lo que es un planeta con temperaturas bajo cero.
“Venus, también vecino de la Tierra, tiene una atmósfera tan densa que el calor no escapa y sus temperaturas son tan altas que tampoco es posible la vida. La tierra tiene una atmósfera protectora que le ha dado temperaturas tibias y agua en sus tres estados físicos. Si la cantidad de CO2 en nuestra atmósfera aumenta, así lo hará la temperatura ambiental. Al incrementar CO2 hay más gases que retienen energía y calor y, al no poder al no salir, el planeta sube de temperatura. Una de las consecuencias del calentamiento global es el derretimiento de los polos, lo que significa un aumento en el nivel de los mares, inundaciones, huracanes cada vez más violentos, sequías cada vez más prolongadas o lluvias torrenciales que arrastran todo a su paso”, concluye la experta.
El derretimiento de los polos contrae una catástrofe de magnitudes planetarias. Si además se aprovecha la oportunidad para producir más combustible fósil que se traduce en más producción de CO2, el circulo vicioso de destrucción ambiental se habrá perpetuado.
El más reciente premio Nobel de la Paz lo compartieron Al Gore, exvicepresidente de Estados Unidos (por su labor de concientizacion en torno a los peligros del cambio climático), y el Panel Intergubernamental, IPCC, que preparó un reporte sobre cambio climático. En el IPCC participan 15 mexicanos, de los que ocho son investigadores del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM.
Los polos son extremadamente sensibles Habrá que hacerle caso a los científicos antes de que sea demasiado tarde. (9 de junio de 2008)
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jueves, 12 de junio de 2008
El reparto del Polo Norte
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