Desde la destrucción de Nueva Orleans, en Louisiana, por el huracán Katrina en 2005, el posible vínculo entre la actividad ciclónica y el cambio climático es evocado en cada nuevo fenómeno de gran amplitud. El tifón Nargis, que azotó la costa birmana, vuelve a reflotar el tema. Los científicos creen que ya no hay duda. La Nación, 23 de mayo de 2008.
A pesar de lo que afirma Al Gore en su filme "Una verdad incómoda", nada es menos seguro. No hay consenso respecto de un aumento o una reducción del número de ciclones relacionados con el cambio climático, estima Fabrice Chauvin, investigador del Centre National de Recherches Météorologiques de Francia (CNRM). Sin embargo, se vislumbra un consenso alrededor de un aumento de la potencia de los ciclones intensos, "pero la incertidumbre sigue siendo muy fuerte", dice.
"Es muy difícil despejar una tendencia neta", agrega Jean-Claude André, del Centro europeo de investigación y de formación avanzada en cálculo científico. El sentido común diría: mientras más caliente el océano, más importante es la energía que ahí se encuentra almacenada, más ciclogénesis debiera verse favorecida. Pero, por ejemplo, la distribución vertical de los vientos se ve perturbada también por el cambio; ahora bien, es un elemento crucial en la formación de los ciclones.
"Desde hace unos treinta años, el número de ciclones o de tormentas tropicales es relativamente estable: entre 70 y 90 por año, todas cuencas confundidas (océanos Atlántico, Índico, Pacífico, etc.). En cambio, la proporción de ciclones de categorías cuatro y cinco, los dos últimos niveles de la escala de Saffir-Simpson, tiende globalmente a aumentar. En particular, la potencia estimada de los huracanes del Atlántico norte se duplicó entre 1970 y 2005 (tales estimaciones son delicadas en las otras cuencas propicias a la ciclogénesis), siendo poco precisas las observaciones del pasado.
Asunto complejo
Algunos investigadores responsabilizan de esta tendencia al calentamiento climático. Kerry Emanuel, del Massachusetts Institute of Technology (MIT), es una de las principales figuras de esta escuela. Había publicado en la revista Nature investigaciones en ese sentido, en el verano (boreal) 2005, tres semanas antes que la Nueva Orléans sea devastada por Katrina, atrayendo hacia su persona una atención mediática considerable en Estados Unidos.
Señal de la complejidad del asunto, las últimas investigaciones de Emanuel, publicadas en la revista de la American Meteorological Society, llegan a conclusiones mucho más ponderadas.
Según estas investigaciones, basadas en siete modelos climáticos empleados por el Grupo de expertos intergubernamental sobre la evolución del clima (GIEC), la potencia promedio disipada por los fenómenos ciclónico debiera aumentar al menos hasta fines del presente siglo a causa del calentamiento, pero en forma muy moderada.
Mucho más moderada, en todo caso, que lo que se podría esperar si todo el aumento de la intensidad de los ciclones durante las tres últimas décadas tuviera que ser responsabilidad del cambio climático. O los modelos computarizados empleados por Emanuel subestiman el efecto del calentamiento sobre la formación de los tifones, huracanes y otros ciclones. O bien el reciente aumento de intensidad ciclónica es, en parte al menos, producto de ciclos naturales.
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viernes, 23 de mayo de 2008
Huracanes cada vez más poderosos
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