miércoles, 21 de mayo de 2008

Una ciudad muerta: Mosul bajo encierro

Patrick Cockburn
CounterPunch
Traducido para Rebelión por Sinfo Fernández
21/05/08


Mosul parece una ciudad muerta. Tropas iraquíes y estadounidenses han lanzado un ataque en el intento de aplastar el último bastión de Al Qaida en Iraq y así es como han convertido la capital del norte del país en una ciudad fantasma.
Los soldados disparan contra cualquier vehículo civil que se aventure por las calles desafiando un severo toque de queda. Dos hombres, una mujer y un niño que pasaron en un coche sin detenerse, murieron por los disparos de las tropas estadounidenses que más tarde sacaron un comunicado diciendo que los dos hombres iban armados y uno de ellos hacía “movimientos amenazadores”.

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No es fácil acercarse a Mosul, una ciudad de 1,4 millones de habitantes a orillas del río Tigris, aislada del mundo exterior por cientos de controles policiales y militares desde que el gobierno iraquí lanzó la ofensiva contra Al Qaida a las cuatro de la madrugada del sábado.

La operación forma parte esencial de la tentativa del gobierno en las últimas seis semanas de reforzar su control militar sobre el país, lo que ha desatado duros combates en Bagdad y Basora.

Empezamos el viaje desde la capital kurda, Arbil, en un convoy de furgonetas blancas, cada una con una ametralladora colocada en la parte trasera, conducidas por soldados con expresión alerta y llevando muchos de ellos máscaras negras, que iban escoltando a Jasro Goran, el gobernador adjunto de Mosul, hasta su despacho en la ciudad.

Poco antes de cruzar el largo puente sobre el río Zaab y salir del territorio oficialmente controlado por los kurdos, vimos filas de camiones y coches cuyos conductores posiblemente no sabían nada del toque de queda y que estaban siendo detenidos por la policía. Los soldados que defendían nuestro convoy dijeron que no había peligro más adelante, aunque, no obstante, nos dirigimos a los cuarteles que hay en el pueblo cristiano de Bartilla para cambiar nuestras furgonetas por vehículos fuertemente blindados con ventanillas muy estrechas y con cristales a prueba de balas.

He llegado por esta carretera hasta Mosul una media docena de veces desde la caída de Saddam Hussein en 2003, y cada vez era más grande la imprescindible escolta militar para poder llegar a salvo a la ciudad. Atisbando a través de las pequeñas portillas de cristal pude ver cómo la población local que se estaba tomando claramente en serio el toque de queda. Incluso los cafés de aspecto miserable utilizados por conductores de camiones, que jamás hubiera imaginado que pudieran cerrar, habían echado sus cierres metálicos.

En el este de Mosul, las calles solían aparecer bulliciosas, con un montón de puestecillos desparramados junto a la carretera, en los alrededores de la tumba del profeta Jonás, que murió en Mosul poco desde su excitante experiencia con la ballena. La mayoría de la gente que vive en esta parte de la ciudad son kurdos que apoyan al gobierno central contra Al Qaida, pero también allí estaban cerradas todas las tiendas y había policías y soldados en controles instalados cada 50 metros.

Para la actual ofensiva, habían enviado desde Bagdad una brigada especial además de tropas especiales de seguridad para reforzar la segunda y tercera divisiones. Desde el exterior del cuartel general de la policía, los vehículos negros del Ministerio del Interior, cada uno con una pesada ametralladora y una cabeza amarilla de tigre como insignia en la puerta, estaban dispuestos en fila.

Los helicópteros estadounidenses volaban por todas partes junto a aviones no tripulados para llevar a cabo misiones de reconocimiento. Se oía el estallido ocasional de los disparos y las explosiones en la distancia. El gobernador de Mosul, Dunaid Kashoula, dice que la ciudad ‘está dominada por dirigentes de Al Qaida como consecuencia del retraso en las operaciones militares’ fijadas en principio para primeros de año. Sin embargo, en Mosul, los insurgentes no han controlado nunca todos los barrios de la ciudad y no había luchas callejeras.

El primer ministro Nuri al-Maliki había prometido en enero lanzar una ofensiva del gobierno que sería la última batalla contra Al Qaida. Prometió venganza por el asesinato del anterior comandante policial de la ciudad, asesinado por un suicida-bomba de Al Qaida vestido con uniforme de policía.

No hay duda que la situación de la seguridad en Mosul ha ido empeorando durante los últimos seis meses. El Sr. Goran, que dirige eficazmente la ciudad, declara que 90 personas murieron asesinadas en Mosul el pasado septiembre, comparados con los 213 muertos del pasado mes de marzo, entre los que había 58 soldados y policías. Durante ese mismo período, el número de bombas colocadas junto a las carreteras se había incrementado de 125 a 269.

La teoría oficial sobre estos hechos es que Al Qaida ha crecido en gran medida en Iraq, aunque sólo tiene conexiones limitadas con Osama Bin Laden y que ha sido expulsada de sus antiguos bastiones en las provincias de Anbar y Diyala y en los distritos sunníes de Bagdad. Todo lo cual ha hecho que se retire hasta Mosul, la mayor de las ciudades árabes sunníes y la tercera mayor en Iraq.

Esta explicación es, probablemente, demasiado simple. Los ataques contra las tropas estadounidenses en la provincia de Anbar han empezado de nuevo y en los distritos del oeste de Bagdad parece que Al Qaida, más que en proceso de aniquilamiento, está reservando fuerzas. En muchos casos, en Bagdad al Sahwa, los supuestos Consejos del Despertar anti-Al Qaida, financiados por los estadounidenses, se ponen en la práctica fácilmente de acuerdo con Al Qaida.

Había decidido ir a Mosul –y por tanto llegué en las primeras horas de la ofensiva gubernamental- por lo que resultó ser una información falsa acerca de que el jefe de Al Qaida en Iraq, Abu Ayub al-Masri, había sido capturado en una redada efectuada antes del amanecer en la ciudad. Posteriormente, los funcionarios de la seguridad iraquí manifestaron que habían capturado a muchos ‘Emires’, dirigentes de célula de Al Qaida, y atacado cientos de casas sospechosas.

Estos días son críticos para el gobierno iraquí del Sr. Maliki. Desde el 15 de marzo ha lanzado ofensivas militares en Basora y Bagdad. Tiene el apoyo de estadounidenses y kurdos. Pero no está claro si el ejército iraquí va a poder combatir sin apoyo del fuego estadounidense por aire o por tierra. El sábado se acordó un alto el fuego con el Ejército del Mahdi de Muqtada al Sadr en Ciudad Sadr, lo que permitió un mayor control del gobierno. Pero, al igual que en Mosul, no está claro hasta dónde los fuerzas se oposición al gobierno se han batido sencillamente en retirada para reanudar los combates en otro momento.

Me encontraba en Mosul en 2003, el día en que las fuerzas de Saddam Hussein se rindieron. En el espacio de pocas horas, a las escenas de alegría les sucedieron saqueos y enfrentamientos armados entre árabes y kurdos. Cinco años después, Mosul, una de las ciudades más maravillosas del mundo, está en ruinas y asediada. Cada avenida está bloqueada por barricadas y el único edificio nuevo son los muros de hormigón. El hecho de que el gobierno necesite vaciar de sus habitantes las calles de Mosul para poner paz durante unos cuantos días muestra cuán lejos está la ciudad de una paz genuina.

Patrick Cockburn es autor de: “Muqtada: Muqtada al Sadr, the Shia Rvival and the Struggle for Iraq”.

senalesdelostiempos.blogspot.com

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