sábado, 6 de septiembre de 2008

Heroísmo, cultura de masas y nuestro futuro.

El héroe de la cultura de masas fomenta la mentalidad mítica, la pasividad, el seguidismo a los líderes y el sometimiento a una civilización capitalista en decadencia. Necesitamos otro heroísmo.

www.kaosenlared.net/noticia/heroismo-cultura-masas-nuestro-futuro
Basta un repaso general a la cultura de masas, en particular las películas, telefilms, para darse cuenta de que en lo referente a la valentía y el heroísmo de ficción, hay un modelo básico con todas las variantes que se quieran. Como no soy experta en cultura de masas (ni de élite) ni dispongo de tiempo para hacer un estudio detallado, me limitaré a unos breves apuntes para centrar y estimular la reflexión.

Salvo que tenga superpoderes pero su tarea esté a la altura de la de un humano común, y pueda llevar una vida normal, al héroe o heroína las personas normales de algún modo le sobran, incluso le estorban, son una carga, le hacen vulnerable, reducen su eficacia, son un riesgo de daños colaterales. Su combate contra el mal (enemigos de la ley, del Estado o de la Humanidad) siempre es personal y a las masas les corresponde el papel de público, admirador o poco comprensivo con el héroe y su misión. A lo sumo comparsas o dirigidas por el héroe. El héroe, por su singularidad, especialización y distancia de la masa, sólo puede tener como referente real aproximado -e inconscientemente nos remite- a las fuerzas de élite de la policía, el ejército, los servicios secretos, los genios científicos y políticos o las minorías justicieras (tal vez incluso guerrilleras). En el mejor de los casos el referente son cuerpos civiles especializados como los bomberos u otros de rescate. Las nuevas heroínas femeninas siguen básicamente el mismo patrón, cada vez más guerrero y violento, a la par de la incorporación de las mujeres al ejército y la policía.

Que la mayoría de estos héroes sean de fantasía (incluso con superpoderes) no es casual. Ese modelo de heroísmo no es representativo del mundo real, sino fruto de la imaginación orientada por una ideología y cosmovisión que básicamente se corresponde a la de todas las élites dominantes, aspirantes a ello o a tener relaciones de superioridad sobre la gente común. Lo de menos es si se inspira en la élite de los guerreros de la sociedad esclavista, en los caballeros del feudalismo o la élite de los aparatos armados del Estado burgués. El caso es que poco o nada tienen que ver con el mundo real, con el heroísmo y la valentía que nos han permitido progresar hasta hoy y que necesitaremos desesperadamente en el futuro próximo.

Es alucinante que cuando la especie humana y el planeta se encuentran con unos enormes problemas (un horizonte de caos económico, social, militar -armas de destrucción masiva-, crisis de la biosfera...) y en la mayor encrucijada de su existencia (avanzar al comunismo democrático o, lo más probable, hacia la barbarie social y degradación planetaria), la cultura de masas que se produce industrialmente con los medios más avanzados y alienta el imaginario colectivo (sobre todo en la adolescencia y la juventud), no nos está preparando para ser capaces de abordar las enormes tareas que se nos presentan movilizando los recursos de la especie, la conciencia, participación, autoorganización y actividad reflexiva de la mayoría. Al contrario, con sus mitos, modelos, pautas de comportamiento individual y colectivo, propicia la pasividad de la masa-público, el seguidismo a los líderes (los héroes), el no cuestionamiento del orden establecido y por tanto su perpetuación, en suma, el poder de las élites del capitalismo (empresarios, políticos, militares...). Es decir, que el modelo dominante del valor y del heroísmo en vez de alentar el valor y el heroísmo colectivo, la acción reflexiva colectiva, nos conduce de hecho a la pasividad, la subordinación y la impotencia, la espera en algún salvador, en definitiva, el desastre. La mentalidad y cultura que supuestamente, además de entretenernos, de algún modo debe contribuir a salvar la cultura, es el caballo de Troya de la barbarie.

En otros tiempos la estupidez de la Humanidad tenía el atenuante de la ignorancia. Hoy, dada la dimensión de los problemas, la catástrofe ya presente, la enormidad de los conocimientos científicos y técnicos, la capacidad organizativa y productiva, tenemos comparativamente la Humanidad más idiotizada, irresponsable e impotente que se haya conocido. Y la mayor parte de la responsabilidad corresponde a quienes conociendo de sobra los males que nos afectan y dominando los recursos para resolverlos, con tal de garantizar su posición dominante, hacen todo lo posible para que no conozcamos su verdadera dimensión ni las causas sociales, fomentan nuestra tendencia a la evasión y a caer en una regresión psicológica a la etapa mitológica del desarrollo de nuestra psique a la cual corresponden los modelos de heroísmo de la cultura de masas, en particular toda la colección de superhéroes y superheroínas.

Hoy, la mentalidad mitológica, salvo en los niños, no ayuda a poner orden mental en nuestro mundo, sensación de cierto conocimiento y control, confianza, relativa seguridad y por tanto, capacidad de intervención. Es inadecuada para el tipo de respuesta emocional, creativa, organizativa, colectiva y planetaria que necesitamos. Sirve para esconderse, fantasear y consolarse. Carecemos del imaginario que responda positiva y creativamente a las necesidades de nuestro tiempo, aunque sea recurriendo a los héroes casi míticos de la época mitológica, como Espartaco y la rebelión de los esclavos contra Roma.

La sociedad capitalista, decadente, con un futuro de degradación y caos, elabora con los restos de la vieja mitología combinada con la fantasía futurista y la ciencia-ficción, un pensamiento mítico que puede tener algunos valores en cuanto al desarrollo personal, pero que en cuanto al orden social, sólo contribuye a su perpetuación, siendo éste incapaz de asegurar el avance de la Humanidad, ni siquiera las condiciones de la supervivencia.

Tan es así que entre la ingente producción de telefilms, largometrajes, comics, novelas, sólo una exigua minoría escapa al modelo dominante y nos muestra la lucha de personas reales, mujeres y hombres, trabajadores, oprimidos, discriminados, intelectuales, etc que se enfrentan no a monstruos, demonios, enemigos de la ley o archienemigos de la Humanidad, sino el mal real y más peligroso de nuestro mundo: las relaciones sociales de producción capitalistas, con su explotación, codicia, la represión estatal o para-estatal, el crimen organizado y su asociación con el capital, sus políticos y aparatos de estado, los intereses de clase que el Estado defiende con todos sus medios, incluida la guerra.

El resultado es una enorme losa sobre la conciencia de las masas, cultivando la desconfianza en sus capacidades, la dificultad para encontrar su propio camino, superar la pasividad, hallar el modo de unir sus fuerzas, autoorganizarse sin dependencias ni tutelas (estado, iglesias, mafias, partidos, sindicatos), reflexionar y elaborar soluciones por sí mismas. Fruto de la debilidad e impotencia de esta civilización, esta seudomitología no nos ayuda a encontrar la fuente de nuestra fuerza, sino a extraviarnos.

La actual seudomitología heroica expresa las fantasías de supremacía y omnipotencia de la élite (sobre todo cuando el héroe acaba con el enemigo, del momento, del Estado) y los sueños del hombre común de lograr un ego más poderoso. También es el resultado del esfuerzo de la burguesía para que las potencialidades enormes creadas por esta civilización en capacidad de organización, ciencia, tecnología, productividad, no sean reconocidas y tomadas por la colectividad de las masas trabajadoras que, ignorantes de su potencial (sus “superpoderes” reales), se refugian en la fantasía de los héroes salvadores y de la religión. Si la mitología clásica mostraba la debilidad e ignorancia de la Humanidad, la seudomitología actual muestra el sentimiento de impotencia debido a la ceguera inducida por la burguesía sobre el potencial de la Humanidad liberada de las reglas del juego capitalistas. Pero también cómo la burguesía se siente atraída por la mitología pues cada vez más se intuye impotente para ofrecer una solución racional, progresista y humanizada a los problemas actuales y próximos pues no puede cuestionar -sin cuestionarse a sí misma- el capitalismo decadente. A la vez debe mantener la apariencia de que “controla” y confía en su capacidad de superarlo todo. Y si esto no lo consigue en los hechos, ni en los proyectos, irracionalmente con la seudomitología heroica fomenta la creencia de que, aunque in extremis, aparecerá un salvador que nos rescatará, un nuevo Prometeo que nos librará de nuestra caja de Pandora; como el irracionalismo mitológico (sangre & tierra, raza superior) nazi y el gran líder Hitler “salvó” a Alemania, y cuando sus días estaban contados, confiaba en las “armas secretas” que le librarían de la derrota total y darían la victoria. Apuntarán que hay solución, pero nunca que vendrá de manos de las masas trabajadoras, de su dirección política y social movilizando los recursos científico-técnicos para satisfacción de las necesidades humanas, no supeditados al beneficio y la guerra. De hecho ya tienen el superhéroe llamado “la mano invisible del mercado” (combinado de dos personajes de comic “la mano” y “el hombre invisible”). En resumen, compensación fantasiosa por la impotencia social y personal producida por el sistema y el no reconocimiento de las potencialidades que existen si nos libramos del capitalismo.

Los superpoderes son una representación fantasiosa del actual desarrollo y sueños científico-tecnológicos. El modo a veces problemático, conflictivo, como vive el héroe sus superpoderes, con frecuencia fruto del accidente o desastre científico-tecnológico, peleas con científicos locos, y el peligro de que otros le manipulen, reflejaría la problemática del desarrollo de las fuerzas productivas en el capitalismo, sus servidumbres, riesgos y crisis. Si las fuerzas productivas no son gestionadas -y transformadas- por las masas trabajadoras autoorganizadas sino por la burguesía, los recursos y superpoderes son patrimonio del héroe individual que los utiliza según su criterio e interés, pero en tanto que no es una fuerza colectiva, refleja más bien al propietario individual de un importante capital o explícitamente millonario (Batman). Hay también en los héroes una clara influencia del mesianismo judeo-cristiano para cuya crítica me remito al final a varios textos.

A diferencia de las sociedades de la Antigüedad que creían en sus mitologías, todos sabemos que la seudomitología actual es creación de la fantasía y de la industria del espectáculo. Pero a diferencia de la Antigüedad, estas fantasías, gracias a la imagen digital en movimiento y los trucos informáticos, adquieren unos visos de realidad imposibles entonces que influyen, si no directamente en la conciencia, sí en ella a través de capas más primitivas ligadas al desarrollo psicológico de la Humanidad y de cada uno (en la que creíamos en los Reyes Magos). Así que la fantasía en cierto sentido acaba por parecer más convincente a nuestra mente primitiva (o Niño interior) que todas las potencialidades de transformación de la realidad encerradas en las posibilidades de autoorganización y movilización democrática de masas conscientes y los recursos científico-técnicos, que son tachadas de utópicas o pesadillas de la razón (por la experiencia del “comunismo” totalitario).

El imaginario colectivo de la sociedad del espectáculo se puebla de la apariencia de realidad de potencias inexistentes (los héroes) ocultando la realidad de las verdaderas potencias latentes (desarrollo fuerzas productivas, lucha de los trabajadores, solidaridad, autoorganización, valor colectivo, heroísmo integrado en la lucha de masas...). Cuanto más débil se siente la gente por haber sido desposeída de su poder y no reconocer su capacidad para recuperarlo, más poderosos e inimitables son los héroes de sus fantasías. Lo que se escenifica como nuestra protección y salvación, de hecho sabotea desde las capas más profundas y primitivas de nuestra mente, nuestra capacidad para salvarnos. En este sentido, como otros fenómenos de la sociedad del espectáculo-alienación, se parecen al papel jugado por la izquierda del sistema (socialdemocracia, estalinismo, eurocomunismo, izquierda en general) que se escenifican como los representantes de los trabajadores pero en lo relevante y a la hora de la verdad son impotentes o los mejores ángeles custodios (espada flamígera incluida) de los intereses del capital sea cual sea la forma jurídica que adopte (privada, estatal...).

Pero la influencia semiconsciente de la ficción del heroísmo tiene un lado más siniestro. Recuerdo que cuando veía en directo por televisión los atentados terroristas del 11-S (11 de septiembre de 2001) en EE.UU., asombrada pensé “parece inspirado en la obra de un supervillano de película de James Bond 007 o comic de superhéroes” y más cuando se atribuyó no a un Estado, sino a un “señor” llamado Osama Bin Laden. Los atentados del 11-S provocaron en la población de los EE.UU. una sensación de vulnerabilidad a ataques exteriores desconocida en la guerra gracias a su distancia de otros continentes. Los medios de comunicación, para no agudizar demasiado esta sensación -más que por respeto a las víctimas y a la sensibilidad del público-, se cuidaron muy mucho de mostrar cuerpos sangrantes, destrozados, calcinados, por lo que el atentado fue más asimilado dentro del espectáculo y la ficción televisiva. En esto es similar a la guerra “virtual”, víctimas humanas invisibles, sin daños colaterales, que supuestamente viene practicando EE.UU. Esta recuperación mediática ha hecho más fácil que los norteamericanos no se rebelen contra la escenificación y el montaje que el mismo 11-S parece ser dentro de una especie de autogolpe de Estado y sus posteriores manipulaciones (culpar a Irak, leyes “antiterroristas” de excepción fascistas denunciadas incluso por Al Gore). El desastre en el aeropuerto de Barajas (Madrid) al estrellarse (20-agosto-08) un avión de pasajeros de Spanair cuando despegaba (mis condolencias a los afectados), ha dejado muchísimos cadáveres reconocibles y -por las fotografías de la prensa- la cola del avión, buena parte del fuselaje, los enormes motores, tren de aterrizaje, y un terreno calcinado; este caso, salvando las diferencias, hace más inverosímil la versión oficial del 11-S sobre el ataque al Pentágono con un avión comparable que se habría prácticamente ¡desintegrado! (pasajeros incluidos) por el impacto y la explosión. Así que la cultura de masas de superhéroes / supervillanos, ha ayudado a dar credibilidad a lo que en buena parte ha sido la más siniestra escenificación, montaje (como otras variantes del terrorismo) de la sociedad (capitalista) del espectáculo.

Quien crea que el modelo de heroísmo y espectacularidad denunciados pueden volverse contra la sociedad (capitalista) del espectáculo gracias a la lucha armada-terrorismo, no puede estar más equivocado. Entre las víctimas del terrorismo, la principal en el plano estratégico, político-ideológico, es el proletariado y las masas oprimidas. El terrorismo, con sus medios y objetivos, establece la relación élite / masas que sólo puede reproducir bajo viejas o nuevas formas el dominio y la intimidación sobre las masas trabajadoras, y continuar la cadena generacional de violencia cultivando, por sus “valores” y “eficacia”, la peor lacra de nuestra especie. En lo más inmediato, el impacto brutal y la exageración mediática de su amenaza (por muy letal que sea para sus víctimas) da a sus practicantes, gracias al espectáculo, la “confirmación” que buscaban de su –ilusoria- fuerza; y al Estado y fuerzas del capital (de derecha a izquierda) el pretexto perfecto para reforzar el cerco al proletariado (mediático, represivo, disciplinario, “consensual” en torno al Estado), desacreditando, criminalizando y haciendo sospechosos de connivencia con el terrorismo, todos los planteamientos “subversivos”, bajo el chantaje de “o conmigo o con ellos”. Por último, el terrorismo, infiltrado, manipulado, se convierte en un brazo más de la “razón de Estado” o de una u otra fracción de la burguesía, de uno u otro aparato de estado o de otros estados en conflicto maquiavélico y siniestro entre sí y con el proletariado. El terrorismo fascista y de extrema derecha es la versión abiertamente elitista (caudillo, duce, führer, estado totalitario, supremacía blanca, etc) del modelo heroico, instrumento de fracciones de la burguesía y del aparato de Estado, a veces quien hace el trabajo sucio de aquel y a la vez sirve de cabeza de turco y maniobra de distracción con el espantajo del peligro fascista. De todo ello es caso ejemplar el de Italia, décadas del 60 al 80 del siglo pasado. Aquí la sociedad del espectáculo, montaje, mentira, desplegó sus “mejores” artes.

Pasando a algo más positivo. Imaginad lo que sería una cultura de masas que prestase atención a las luchas reales de las masas trabajadoras y oprimidas por sus derechos, y las analizase con las herramientas de las ciencias sociales, de la psicología de masas, psicología de la dinámica de grupos e individual, para comprender qué es lo que las motiva, dinamiza, generaliza la conciencia más avanzada y eleva la de todos, cómo se reflexiona, participa y elabora ideas desde el colectivo, cómo se superan los miedos, el individualismo, las vacilaciones, la pasividad, el seguidismo, la subordinación a la autoridad de los dominantes y quienes le sirven (patronal, autoridades civiles, policía, iglesias, sindicatos, partidos...) y las diferencias entre los oprimidos (prejuicios étnicos, de género, generacionales...).

Sólo por poner unos ejemplos. Imaginad la serie de televisión que se podría hacer a partir de materiales como el libro “La fuerza del silencio. Asturias, primavera de 1962” de Jorge M. Reverte, Espasa 2008, que relata la valiente lucha de los mineros y las mujeres contra la explotación capitalista y la represión del Estado burgués franquista que la defendía. ¿Y qué tal una superproducción veraz sobre la revolución de la Comuna de París de 1871?. Esto, por no plantear problemas de mayor actualidad y similitud con los nuestros que no estarían interesados en reflejar. Nadie podría alegar que no habría drama, acción y épica capaces de prender en la atención del público y asegurar una buena audiencia. Evidentemente ese no es el problema sino la conciencia que podría estimular una cultura de masas con esos componentes. Podremos esperar sentados a que esto ocurra y en tanto se producirán miles de películas de héroes luchando contra enemigos a cuál más fantasioso. La burguesía trata de utópicos los objetivos comunistas pero teme incluso representar las muy reales e históricas luchas de los trabajadores, a la vez que impulsa las tecnologías más sofisticadas para dar apariencia de realidad a las fantasías más irrelevantes, en producciones de altísimo coste, para la evasión y regresión de la conciencia de masas a la fase mitológica. Tal vez en el futuro se hagan esas películas como análisis y homenaje a quienes nos precedieron.

Cualquier marciano que captase nuestras señales de televisión sacaría la conclusión de que las películas de superhéroes son relatos de seres reales y que el proletariado es una fantasía cutre propia de pelis domésticas. Será por eso que todavía no se han atrevido a invadirnos y se limitan a abducirnos para, en plan japoneses (bajitos, ojos oblicuos) de los años 50, copiarnos el genoma. Cuando descubran que no hay superpoderes pensarán que todo ha sido una astuta maniobra defensiva de intoxicación informativa estelar. ¿Cómo van a suponer que los únicos destinatarios y las primeras víctimas de la intoxicación somos los terrícolas?. El mundo del espectáculo ha conseguido el difícil truco de magia de hacer desaparecer la Estatua de la Libertad de Nueva York (el ilusionista Coperfil). La sociedad del espectáculo lo ha hecho con la historia del proletariado y de casi todos los explotados y oprimidos, ocultando así una importante fuente de inspiración de la verdadera libertad. Un ejemplo recientísimo. En la emisión del lunes 1-sept-08 por la cadena de televisión Cuatro de la serie “The Company” (la CIA), en el capítulo dedicado a la revolución húngara de 1956, el proletariado y su autoorganización en Consejos Obreros, simplemente no existe ni por alusión, y la lucha está protagonizada por masas armadas que luchan a la desesperada por las libertades democráticas capitalistas, esperando el apoyo de los EE.UU, encabezadas por un intelectual-poeta con estrechos vínculos con la CIA. Se supone que la tarea principal de todos los “servicios de inteligencia” es recabar la más exacta y oculta información ¿acaso la CIA era la única que debiera y no se han enterado de lo que era público?. Así, las versiones liberal-anticomunista y estalinista (dos variantes del capital) se dan la mano en la negación de la historia del proletariado y de su capacidad de lucha autónoma. ¡Y no han necesitado reescribir la Historia al modo totalitario descrito en la novela 1984 de Orwell!.

El análisis, la representación de la valentía y del heroísmo en el mundo real, contra el capitalismo, no lo encontraremos apenas en la sociedad del espectáculo. Eso sí, podremos hallar descripciones muy detalladas a la vez que probablemente falsas, sobre las relaciones entre los miembros de un grupo de combate o un equipo de superhéroes, sus reacciones al estrés, su abnegación y sacrificio por los compañeros o la patria, la determinación para destruir al enemigo, etc. Pues si para algo nos está preparando la cultura de masas es para la “salida”, la “solución” de las élites dominantes a los problemas de su civilización capitalista decadente: la lucha de todos contra todos empezando por la competencia económica a base del sacrificio de los trabajadores (¡hacia las 60 horas semanales en la Unión Europea y dura represión de los inmigrantes no legales!)) y terminando en los conflictos guerreros por el petróleo, el gas, el agua, las rutas de comercio marítimo (como la del Polo Norte) y el “espacio vital” cuando el cambio climático deje sentir todos sus efectos.

La principal víctima de esta seudomitología heroica son los adolescentes y jóvenes a quienes en lugar de formar para el futuro que les espera, se les deforma, o mejor dicho, se les enseña a no salirse de la formación, sea la disciplina del centro de estudios, del trabajo precarizado o del grupo de combate, siguiendo a los transmisores de la ideología dominante, los “capitanes” de empresa o de la compañía, a los líderes y caudillos que dirijan la patria y los intereses empresariales, tanto monta, monta tanto. Así intentan dejar atado y bien atado el futuro. Esperemos que les salga como al “generalísimo” Franco.

El resultado es un descomunal lavado de cerebro colectivo que de tan cotidiano y eficaz no nos escandaliza y rebela. Arman las conciencias para objetivos codiciosos y medios belicosos y las “desarman” dejándolas desprovistas de los recursos necesarios para movilizarse en la solución real de los problemas. Pero caeríamos en una simplificación maniquea y en la conspiranoia si nos limitásemos a echar las culpas a la clase dominante y sus servidores “creativos” de la cultura de masas, las orientaciones y alianzas probadas de los aparatos de estado con la industria del entretenimiento.

La baja resistencia y rechazo a esta cultura se debe sobre todo a que la misma sociedad capitalista, con su dominio / subordinación de clase, en las relaciones cotidianas que se establecen en el trabajo, el centro de estudios, etc, ya crean en los dominados la sensación de miedo, debilidad, impotencia, que nos inclina a soñar con héroes que nos salven, en forma de algún líder, caudillo, sindicato, partido político, grupo guerrillero, ejército de liberación, gurú, científico genial, etc, cuyo resultado no es más que perpetuar, bajo apariencias diferentes, la misma situación básica. Forma parte del proceso de alienación general que nos desposee de nuestras potencias reales y genera un anhelo de potencia que da lugar a creaciones (desde la mitología a la ciencia y los partidos) que supuestamente representan la fuerza o potencial que nos salvará pero que sólo sirven para reproducir la situación de alienación en vez de romperla. La alienación en el trabajo (lo creado por los trabajadores se hace ajeno a ellos y se vuelve contra ellos por la acumulación de capital y las reglas del juego capitalistas) el fraccionamiento y los poderes separados (casi nada para los trabajadores, casi todo para la burguesía; los productores no dominan la organización de la producción ni lo político), la subordinación y pasividad de las masas, el desconocimiento de su poder potencial (los verdaderos “superpoderes”), todo ello se traduce en el juego de sombras y apariencias, la imagen especular (invertida en el espejo, en óptica), el mundo al revés, el montaje, la escenificación y la farsa, lo que aparenta ser lo contrario, la irracionalidad y la fantasía propia de la sociedad (capitalista, alienada) del espectáculo (tener & apariencia, engaño). Como los héroes ficticios son una representación de la sociedad del espectáculo, también en esos relatos las masas mantienen con los héroes sobre todo la relación de espectadores.

Muy ligado a esto y también a nuestro grado de desarrollo psicológico personal, tenemos un sentido de la propia identidad y pertenencia colectiva, del lugar en el mundo, de aquello que somos y tenemos y por lo que debemos esforzarnos en defender y lograr. Un peso mayor o menor en nuestra mente de lo que fue la fase mitológica de nuestro desarrollo.

La superación de esta cultura de masas sólo puede venir de la superación radical de las condiciones sociales de las cuales surge. No se trata de sólo cambiar a sus creadores y desplazar a la burguesía de los puestos del poder, sino de superar todas las relaciones de explotación, dominio, subordinación de clase, miedo, debilidad e impotencia de las que, como de un pantano, emanan todas esas pestilencias que son opio del pueblo. Y a la vez, de una comprensión de cuál es la dinámica de desarrollo psicológico que nos permite superar en cada uno de nosotros la fase mítica, hasta alcanzar plenamente la fase racional, la conciencia, responsabilidad y creatividad colectiva y planetaria.

Si no cabe esperar de la cultura de masas dominante la contribución al imaginario de la valentía y el heroísmo que necesita la época ¿de dónde surgirá?. Pues debería hacerlo, sin más ayuda, de la propia lucha contra este sistema social, de sus experiencias y experimentos a contracorriente de la cultura de masas, acompañada por un esfuerzo consciente por darle forma, codificarla, elevarla a contracultura alternativa. Si es importante hacer la crítica de la cultura de masas, la realidad de la lucha será la mejor crítica de esa cultura, capaz de barrerla para siempre con los hechos y hacer realidad un nuevo tipo humano forjado en la valentía y el heroísmo en la solidaridad del combate colectivo más trascendente hasta hoy de la Humanidad.

La juventud, la principal víctima de esta cultura de masas, es también la principal esperanza. No es casual que la clase dominante se ensañe con ella, procurando estancarla en la mentalidad de niños grandes, pues es muy consciente de su enorme riesgo: la juventud potencialmente más culta de la Historia (enseñanza, acceso por internet), sometida a condiciones cada vez más precarias y regresivas que contradicen las esperanzas creadas durante la niñez y formación profesional, a la que tocará vivir un futuro más que amenazador, inquietante, y -a diferencia de los jóvenes de los años 50 del siglo pasado- menos vulnerable a las promesas e ilusiones de progreso y prosperidad cada vez más irreales. Una juventud con la ventaja de que ya no existen o están más desacreditados partidos y sindicatos que antes eran capaces de controlar a las masas de modo que no se planteasen la superación efectiva del capitalismo. Una juventud que, si abre los ojos, es capaz de sacudirse individual y colectivamente la mentalidad mítica y sacar lecciones correctas del pasado, podría llegar más lejos que la de los 60 y 70 del siglo XX. Sin duda son muchas sus debilidades, como no querer plantearse la realidad en toda su crudeza o el riesgo del desencanto nihilista, pero esperemos que la dureza de la vida les empuje y el deseo de una vida mejor y sobre todo de asegurar la posibilidad de la vida, les estimule a plantearse todos los problemas hasta la raíz.

No puedo extenderme más por ahora. Agradeceré a quien, por medio de “Comentario”, pueda orientarme con bibliografía o webs sobre el tema del heroísmo y su reflejo en la cultura de masas. Coincidencias curiosas de la vida. A final de agosto estaba terminando de escribir este artículo sin haber podido hallar el material que deseaba sobre los superhéroes, y veo que a los kioskos acaba de llegar el número 19 de la publicación “MUY Historia”, dedicado a los héroes en general. Algunos mantienen que las coincidencias no son tan casuales (sincronías). Tengo alguna experiencia sorprendente, pero no creo que sean superpoderes. Desde luego que no soy una heroína. O tal vez sí y esto no sea más que una sofisticada maniobra de distracción, pues los superhéroes, como la Mafia, estamos interesados en que no se crea en nuestra existencia y lo atribuimos a la fantasía o al efecto del determinismo materialista y la lucha de clases. ¿Confundidos?. ¡Pobres mortales!. (((cifrado: leyendo están nos marcianos los acaso si por))).

A quienes deseen profundizar en alguna de las implicaciones de todo lo dicho, les recomiendo dos libros. Sobre el heroísmo, encontrará un material muy interesante en “El efecto Lucifer. El porqué de la maldad” de Philip Zimbardo, Paidós 2008. Sobre el desarrollo personal, enmarcado en el social que incorpora la fase mítica, hallará inspiración en el último libro de Ken Wilber “Espiritualidad integral. El nuevo papel de la religión en el mundo actual” ed Kairós 2007.

Para una crítica de la sociedad capitalista relacionada con el objeto de este artículo, ver las obras de Guy Debord “La sociedad del espectáculo” Pre-textos 2008, “Comentarios sobre la sociedad del espectáculo” Anagrama 2003, “El planeta enfermo” Anagrama 2008. Sobre el propio Debord y la Internacional Situacionista “Guy Debord” Anselm Jappe, Anagrama 1998. Más descriptivo y menos teórico, “El estilo del mundo. La vida en el capitalismo de ficción” Vicente Verdú, Anagrama 2003.

Sobre el 11-S, libros: Bruno Cardeñosa “11-S. Historia de una infamia. Las mentiras de la versión oficial” Ediciones Corona Borealis, 2003. - “La CIA y el 11 de Septiembre. El terrorismo internacional y el papel de los servicios secretos” de Andreas von Bülow, ex-ministro de la RFA, Ellago ediciones, 2006. -Thierry Meyssan “La Gran Impostura. Ningún avión se estrelló en el Pentágono” 2002, ed La esfera de los libros; también en edición de bolsillo. - Pilar Urbano, periodista de confianza de los servicios secretos y nada antinorteamericana, en su libro “Jefe Atta. El secreto de la Casa Blanca” Plaza Janés 2003, tampoco se cree parte de la versión oficial. Capítulo 3 y página 250 del libro “Censura. Las 25 noticias más censuradas” de Peter Phillips y Projet Censored, Nuovi Mondi Media, 2006.

Sobre la revolución húngara de 1956, un libro “La revolución húngara de 1956. El despertar democrático en Europa del Este” de María Dolores Ferrero Blanco, Servicio de publicaciones de la universidad de Huelva, 2002; un capítulo en “Momentos insurreccionales, revueltas, algaradas y procesos revolucionarios” VV.AA., editorial El Viejo Topo, 2006; en internet, una reflexión a contracorriente en www.internationalism.org de la organización CCI, publicación Revista Internacional nº 127, 4º trimestre, artículo “Hungría 1956. Una insurrección proletaria contra el estalinismo”.

Este artículo es continuación de lo expuesto en la nota 4 del libro ¿Quién soy? ¿Cuál es el sentido de la vida?. Respuestas para orientarnos en un mundo en crisis. Del cambio climático al cambio de civilización, publicado en Kaosenlared el 31 de octubre de 2007 y modificado en su configuración de página para facilitar al lector su impresión en papel (245 páginas A4). Una exposición somera sobre la génesis de la identidad personal y la ilusión del ego, en “Holocausto judío, identidad y psicología nazis. Un fenómeno propio de la civilización capitalista en decadencia”, en kaosenlared el 12-XII-07. Relacionado con la crítica a la mitología del Salvador, el libro de crítica al judeo-cristianismo “Historia Sagrada, historia sangrada” y los artículos “Jesús no fue Cristo” y “La matanza de los inocentes”. Para localizar estos y más, conocer lo que de vez en cuando publico en kaosenlared, con el buscador de kaosenlared por Aurora Despierta luego seleccionar por Autor y Procedencia, Ordenado por Fecha, y Durante los últimos Todo Kaos,Buscar. (fijarse en la firma, no son míos todos los que salen, sí “Siglo XXI, perspectivas”).

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