Míriam Zito
Colaboradora de Rebelde
5 de Septiembre de 2008, 1:35 p.m
La Habana, Cuba.- Las tormentas tropicales más poderosas se tornan más fuertes a medida que los océanos se calientan, sustentan expertos en el tema, como resultado de un análisis de información satelital hecho en el último cuarto de siglo, cuando huracanes y tifones se han vuelto frecuentes en la mayoría de los trópicos.
Publicados en la prestigiosa revista Nature, los resultados fundamentan que el cambio climático podría estar estrechamente vinculado a las tormentas tropicales.
"El efecto más potente (incremento de las temperaturas oceánicas) se observa en las tormentas más fuertes", afirmó James Elsner, de la Universidad Estatal de la Florida en Tallahassee.
"En velocidades promedio o medianas, como de 143 kilómetros por hora (huracán categoría 1), no vemos una tendencia; pero sí existe cuando alcanza 215 kilómetros por hora (categoría 4)", agregó.
Argumenta el experto que el aumento de fuertes tormentas se observa fundamentalmente en el Atlántico Norte y el Océano Indico, no así en el Pacífico Sur.
Aparte del cambio climático inducido por el hombre, dice, la incidencia de tormentas tropicales está determinada por ciclos naturales como la corriente de El Niño, que afecta la temperatura de las superficies en varias partes de los océanos.
Lo cierto es que el daño que los huracanes provocan se cierne sobre las poblaciones al tocar tierra donde las fuerzas de sus vientos se tornan devastadores.
Remolino gigantesco que cubre cientos de miles de kilómetros, los ciclones tropicales surgen cuando la temperatura de la capa superficial de agua supera los 26° C, en una zona de baja presión atmosférica, hacia la cual convergen vientos de todas direcciones.
De esta manera, los vientos en la zona circundante fluyen y aumenta el ascenso del aire caliente y húmedo que libera vapor de agua.
El calor latente, ganado por la condensación del vapor de agua, es la fuente de energía de este fenómeno tropical.
Una vez iniciado el movimiento del aire hacia arriba, a través de la columna central, aumenta la entrada de aire en los niveles más bajos, con la correspondiente salida en su nivel superior.
Dada la influencia de la fuerza de rotación del planeta, el aire converge, gira y comienza a moverse en espiral, en sentido contrario a las manecillas del reloj, en el caso del hemisferio Norte.
Su evolución comprende cuatro etapas: Perturbación, depresión, tormenta tropical y huracán.
Se denomina Depresión tropical, cuando los vientos se incrementan en la superficie debido a la existencia de una zona de baja presión, y alcanzan una velocidad sostenida menor o igual a 62 kilómetros por hora.
Su incremento continuo, que provoca velocidades entre 63 y 118 kilómetros por hora, la convierte en Tormenta tropical, con nubes en forma de espiral.
Cuando alcanza esa intensidad se le asigna un nombre preestablecido por la Organización Meteorológica Mundial.
Al superar los 119 kilómetro por hora, entra en la fase de huracán y su área nubosa cubre una extensión entre 500 y 900 kilómetros de diámetro, con lluvias intensas.
El ojo del huracán alcanza normalmente un diámetro que varía entre 24 y 40 kilómetros, y puede llegar hasta cerca de 100 kilómetros, etapa en la que se clasifica por medio de la escala Saffir-Simpson.
En época en la que Katrina y Gustav se pasean a sus anchas por el planeta, vale alertar y tomar medidas para mitigar los efectos del cambio climático, que a todas luces nos está castigando.
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