La Medicina ha experimentado progresos extraordinarios en las últimas décadas. Uno se imagina que, con tanta tecnología avanzada y tanta materia gris dedicada a mejorar la salud de la humanidad, la ciencia habría logrado barrer de la faz de la tierra a un batallón de agentes patógenos. Pero, por chocante que parezca, la lista de enfermedades erradicadas en el mundo es muy corta. Cortísima. De hecho, sólo hay una dolencia eliminada: la viruela. Ocurrió en 1979, dos años después de que apareciera en Somalia el último caso de esta infección capaz de matar a uno de cada tres afectados. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendó entonces suspender la vacunación antiviruela -curiosamente, la primera que se inventó-; de ahí que hoy en día sólo esté vacunada la mitad más vieja de la población.
A raíz de aquella victoria sobre los gérmenes -el mortífero virus variola ya sólo existe en laboratorio-, la OMS se planteó otros objetivos en la lucha contra las enfermedades infecciosas... y no ha cumplido ni uno. «En aquella época hubo cierta euforia, porque se pensó que existía la capacidad de terminar con las enfermedades infecciosas, pero esa capacidad no es real -explica Juan Laguna, jefe del servicio de Epidemiología de la Delegación de Salud de Granada-. Estas enfermedades tienen muchas razones para persistir y hay muchas dificultades para su control y eliminación».
Los factores que dificultan la eliminación de enfermedades conocidas -algunas, vacunables- y que favorecen la aparición de enfermedades nuevas -nuevas para el hombre, no para otros animales- son variadas. El cambio climático y los desequilibrios ecológicos, la globalización del comercio, el turismo y la solidaridad internacional, la pobreza y las migraciones, la corrupción y el mal gobierno son algunos de esos factores. Pero también influyen cuestiones sociales, psicológicas y religiosas, como los cambios de mentalidad respecto a la sexualidad o el rechazo a las vacunas por parte de ciertas comunidades.
LOS 'MEJORES' MICROBIOS
Tuberculosis y malaria
Gérmenes resistentes
Según los últimos datos de la OMS, relativos a 2004 pero estables desde hace dos décadas, las enfermedades infecciosas son la segunda causa de muerte en el mundo, con un 16% de los fallecimientos, por detrás de los problemas cardiacos (29%) y por delante del cáncer (12%). De los fallecimientos causados por infecciones, casi el 20% los provoca el sida, el 10%, la malaria, y el 8%, la tuberculosis.
La malaria o paludismo era una de las enfermedades que, a mediados del siglo pasado, la OMS confiaba en erradicar. Y es verdad que ha desaparecido de grandes regiones -Norteamérica y Europa-, pero persiste, e incluso aumenta, en las zonas tropicales de África y Latinoamérica: causa más de 2 millones de muertes al año. Las vacunas contra el parásito Plasmodium falciparum aún están en desarrollo. Los viajeros son sometidos a un tratamiento profiláctico antes, durante y después de su desplazamiento a la zona de riesgo.
La vía más eficaz contra la malaria ha sido, hasta ahora, la eliminación del mosquito Anópheles, que es el vector de este parásito, es decir, el organismo capaz de portarlo y transmitirlo. De hecho, recuerda Laguna, algunos países africanos se plantean la posibilidad de usar DDT, muy eficaz contra los mosquitos pero prohibido desde hace décadas por su alta toxicidad para las personas. El problema se complica con la aparición de un Plasmodium resistente a los fármacos y un mosquito Anópheles resistente a los insecticidas.
Junto al incumplimiento de los tratamientos por razones económicas o psicológicas, la principal causa de la resistencia a antibióticos, recuerda el médico, es la fabricación fraudulenta de fármacos con una dosis insuficiente de principio activo en el Tercer Mundo: los gérmenes que se enfrentan a ellos y sobreviven son los más fuertes de su especie, por lo que la terapia, en vez de acabar con la enfermedad, la hace mucho más peligrosa.
Este mismo fenómeno también resulta preocupante en la tuberculosis: ya hay una variante multirresistente (TB MDR) -que no cede ante los fármacos habituales- y otra extremadamente resistente (TB XDR) -contra la que no pueden ni los fármacos de segunda línea-. Laguna revela que en Granada se han visto en los dos últimos años cuatro casos distintos de TB MDR, aunque todos ellos se han curado, no a los 6 meses de tratamiento, como en la tuberculosis normal, sino después de 12 ó 24 meses.
DEL ANIMAL AL HOMBRE
VIH, gripe aviar, ébola y 'vacas locas'
Infecciones 'nuevas'
Muchas de las enfermedades emergentes que aparecieron en el siglo XX se desarrollaron a partir de microbios que de forma natural vivían en otros animales. La epidemia estalló cuando el hombre molestó a esos reservorios.
Ocurrió con el VIH, causante del sida: aunque no se ha llegado a determinar, resalta Laguna, parece que el germen se encontraba en chimpancés de las selvas del África negra y pasó a los seres humanos, quizá a través de la ingesta de carne. Pero la epidemia contó con los movimientos migratorios como aliados: al parecer, Haití fue la pasarela del germen entre el continente negro y EE UU a mediados de los sesenta.
También pasó con el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SRAS o SARS, en inglés), la neumonía atípica que entre 2002 y 2003 causó la muerte de un millar de personas en el Sureste asiático, además de cuarentenas masivas y un auténtico boom en la venta de mascarillas. Las investigaciones apuntan a que el reservorio del coronavirus era la civeta, un pequeño mamífero comestible en la región.
La gripe de los pollos apareció en humanos en Hong Kong en 1997 y desde entonces se ha extendido a quince países asiáticos y africanos. Un total de 254 personas han muerto, siempre por contacto con aves infectadas. Los expertos temen que el virus H5 N1 mute y adquiera la capacidad para transmitirse entre personas, como la gripe humana.
Más claro aún es el caso de la Enfermedad de Creutzfeld-Jacob, la encefalopatía humana causada por el consumo de carne de vacas locas, que apareció por primera vez en Reino Unido en 1996. El ganado vacuno adquirió el mal al ingerir piensos fabricados con carne y huesos de ovejas con tembladera.
Un ejemplo alarmante de los riesgos de 'menear' los secretos de las selvas africanas es el virus ébola, que causa una fiebre hemorrágica muy contagiosa con una mortalidad del 85%. Se especula que el reservorio puede ser un murciélago que vive en cuevas.
Otros seres vivos no esperaban ser encontrados, sino que el ingenio humano les facilitara la vida. Es el caso de la Legionella, una bacteria que se mantuvo agazapada en la historia hasta que los sistemas de refrigeración de aire le dieron la oportunidad de reproducirse e invadir los pulmones humanos en forma de aerosoles. El primer caso apareció en Filadelfia en 1976.
LOS LÍMITES DE LAS VACUNAS
Difteria y sarampión
Males reemergentes
El caso de la viruela es único: el hecho de que exista una vacuna no implica la desaparición de virus. Infecciones vacunables, como el sarampión, la difteria o la poliomielitis, han sido eliminadas de continentes enteros, pero no de todo el mundo. En nuestro entorno la cobertura vacunal -es decir, el porcentaje de personas que se adhieren al calendario vacunal establecido por las autoridades sanitarias para menores de 0 a 15 años- es muy alta, ya que ronda el 97%. Eso no impide que, de vez en cuando, aparezcan casos de una enfermedad vacunable. En Almería ha habido en los últimos años un brote de sarampión y otro de paperas. Juan Laguna los atribuye a un vacío en la inmunidad: la población de 25 a 35 años es demasiado vieja para haber recibido la vacuna triple vírica, antigua sarupa (sarampión-rubeola-paperas) y demasiado joven para haberse inmunizado en alguna epidemias (ya no las hay). Además, no todas las vacunas son igual de eficaces: la de paperas protege en un 80%, y la del sarampión, en un 95%. Por otro lado, la inmunidad que ofrecen las vacunas no es eterna.
Esos huecos en la inmunidad de la población pueden darse por distintos motivos. Entre ellos, económico-políticos: el colapso de la URSS supuso la interrupción de la vacunación infantil, lo que dio lugar en 1992 a un brote de difteria que afectó a niños y a adultos. «En el momento en que los niños dejan de vacunarse, el germen empieza a circular y contagia a los mayores -recuerda el experto-. Los adultos estamos protegidos de muchas enfermedades infecciosas o por haberla pasado en la infancia o porque el germen no circula, ya que los niños están vacunados».
A veces los motivos son ideológicos o religiosos: en Europa los partidarios de la medicina naturista se oponen a la vacunación infantil, lo mismo que algunos grupos de judíos ortodoxos, cristianos integristas y antropósofos. Los primeros, como viven integrados en la sociedad, se benefician de la inmunidad general propiciada por las vacunas de los demás niños. Pero los segundos, si viven juntos en comunidades cerradas, son más susceptibles a los brotes.
Otras enfermedades reemergentes son las de transmisión sexual (ETS), muy influidas por los vaivenes de la moral sexual: su incidencia aumenta en los periodos más liberales y disminuye con las crisis. Tras la Segunda Guerra Mundial, con la invención de la píldora, aumentaron; con el miedo al sida y el boom del preservativo, bajaron; ahora crecen de nuevo, porque las nuevas generaciones ya no contemplan el VIH como un peligro mortal, sino como una enfermedad crónica. Esas «ondas» ayudan a propagar la sífilis, la gonococia... o la hepatitis A, una forma benigna de la enfermedad que aparece con frecuencia en varones homosexuales.
Pero además hay un grupo de enfermedades tropicales que están empezando a verse cada vez más a menudo en países occidentales a causa del cambio climático y la globalización. En Italia hubo en el verano de 2007 un brote de fiebre Chikungunya, causada por un virus que transmite el mosquito tigre (Aedes albopictus). Al parecer, el virus fue importado por un turista que viajó a la India. «El mosquito está en todos los países del arco mediterráneo desde los años ochenta. Parece que sus huevos llegaron en neumáticos usados importados del Tercer Mundo para usos industriales -recuerda el médico-. Es la primera vez que una enfermedad tropical se transmite en Europa». También hay riesgo potencial de contagio del dengue, una fiebre similar que transmite el Aedes albopictus.
Más grave es la fiebre hemorrágica Crimen-Congo -de la que se han visto casos en Turquía y Bulgaria- o la encefalitis del Nilo occidental, que ya ha producido varios brotes en Europa y Estados Unidos, y al menos un enfermo en España (concretamente, en Badajoz).
No se puede acusar a nadie de importar gérmenes. Juan Laguna recuerda que algunos inmigrantes traen enfermedades específicas de sus países -que no se transmiten aquí porque no hay vectores- o enfermedades que ya tenemos aquí, como el VIH o la tuberculosis. En todo caso, su capacidad de propagar estas infecciones es la misma que tienen los autóctonos que salen de turismo, de negocios o como cooperantes internacionales.
http://www.lavozdigital.es/cadiz/20090315/sociedad/microbios-globalizacion-20090315.html
domingo, 15 de marzo de 2009
Los microbios de la globalización
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