miércoles, 3 de diciembre de 2008

El tratado contra las bombas de racimo y sus limitaciones

Más de 100 Estados renuncian en lo sucesivo al uso de bombas de racimo. El compromiso ha quedado sellado en Oslo, la capital de Noruega, y tiene el lado positivo del acuerdo y el negativo de las excepciones.

Las bombas de racimo son especialmente peligrosas para los civiles. Se abren cuando aún están en el aire y esparcen material explosivo a ciegas sobre amplias áreas de terreno. Ya en 2006 Alemania se comprometió a no utilizar y a destruir toda la munición que de este tipo poseyera. Sólo para acabar con los arsenales germanos se necesitarán al menos ochos años.

“Desarticular estas bombas es muy complicado. Yo misma he podido comprobarlo a las afueras de Berlín”, explica Vera Bohle, y la mujer sabe de lo que habla: ha pasado años limpiando campos de minas, hoy es miembro del Centro de Desminado Humanitario de Ginebra y ha trabajado intensamente para que la ratificación del tratado de Oslo fuera una realidad.

La diferencia entre 10 y 1.000

Años después de las guerras, la munición sigue siendo un peligro.Bildunterschrift: Großansicht des Bildes mit der Bildunterschrift: Años después de las guerras, la munición sigue siendo un peligro.“Para acabar con las bombas de racimo se necesitan unos aparatos especiales, la eliminación de los residuos es dificultosa, el proceso es caro”, continúa Bohle. La experta está satisfecha con el primer paso dado por los más de 100 Estados que han estampado su firma sobre el nuevo documento anti-armamento. Porque las bombas de racimo no son cualquier tipo de bombas. Con una sola explosión alcanzan superficies enormes. La munición hiere indiferentemente, mata a cuanto se cruza en su vuelo: civil o militar, niño o adulto, enemigo o desafortunado.

El tratado firmado en Oslo prohíbe todas las bombas de racimo… siempre y cuando éstas contengan en su interior más de 10 de “sub-municiones”. Las “sub-municiones” deberán de pesar a partir de ahora al menos cuatro kilos, ser capaces de apuntar a objetivos concretos y tener la facultad de autodestruirse. “Hay una diferencia entre una bomba que lleva en su interior otras 100 o 1.000 bombas en miniatura, o una que sólo porta 10. Además, no quedaba más remedio que llegar a un acuerdo”, dice Bohle.

La limpieza de los campos minados es una tarea ardua.Bildunterschrift: La limpieza de los campos minados es una tarea ardua.

Sobre la inteligencia de las bombas

Entre los 100 Estados ratificadores no se encuentran Estados Unidos, China ni Rusia. La industria armamentística ejerce en estos países demasiada presión, opinan los expertos. Pero tampoco Alemania se libra, pese a todo, de la influencia de quienes negocian con las armas. “Precisamente a petición de Alemania se han incluido en el tratado las excepciones más problemáticas”, critica Claudia Roth, secretaria general del partido alemán Los Verdes.

Empresas germanas como Rheinmetall o Diehl se encuentran entre los principales productores del mundo de las llamadas “armas inteligentes”. El ejército alemán y la OTAN son algunos de sus clientes, y uno de los productos que sale de sus fábricas son los proyectiles de artillería Smart 55. Alegando que el tratado de Oslo no prohíbe los Smart 55, ambas compañías se han negado a responder a las preguntas de la Deutsche Welle.

“Equipados con sensores de alta precisión una extensión de señal inteligente”, puede leerse sobre los Smart 55 en el comunicado remitido por Rheinmetall, “la munición localiza por sí sola el objetivo, independientemente de las condiciones climáticas y de la hora del día o de la noche. De esta manera, se reduce el peligro de que se produzcan daños colaterales. Si no encuentra el objetivo, la munición se destruye por sí sola. La posibilidad de que se mantenga años activa queda así descartada”.

Los Smart 55 están programados para que persigan objetos acorazados en movimiento. Pero, pese a toda su inteligencia, no son capaces de distinguir si el vehículo en cuestión es un convoy o un tanque militar, o un coche o un carro civil.

Sandra Petersmann/ lbm

http://www.dw-world.de/dw/article/0,,3847123,00.html


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