El país africano está sumido hace décadas en una guerra permanente de baja intensidad. Se enfrentas diferentes etnias del país por el control de los recursos mineros con la injerencia encubierta de las potencias occidentales.
Mientras la crisis financiera resuena en los oídos de la población mundial y los gobiernos que conforman el G-20 concurren a reuniones diplomáticas donde predomina el poder de la retórica y lejos quedan las soluciones tangibles, el pueblo congoleño se desvanece en una guerra que tiene como trasfondo el control de un mineral estratégico para las potencias mundiales: el Coltán.
Atrás quedaron las luchas milenarias por la descolonización africana, para convertirse en una de las tantas guerras por el poder de los recursos naturales, donde el valor de la vida queda relegado frente a la codicia de aquellos países que dirigen el tablero internacional.
A partir de 1996 el Congo fue escenario de dos guerras donde murieron 4 millones de personas. La primera transcurrió entre 1996-1997 y trajo como resultado el derrocamiento del gobierno del Zaire -hoy Congo-, Mobutu Sésé Seko, quien controlaba el país desde 1965 bajo un régimen dictatorial. A raíz de esto, el líder Laurent Desiré Kabila ocupó el poder y rebautizó la nación con el nombre de República Democrática del Congo (RDC).
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