Por: Yalenis Figueredo Delgado
Pronósticos desalentadores lo anuncian desde hace tiempo: la naturaleza está a punto de ofrecer a la humanidad la ocasión de comprobar que es el agua, y no otro, el líquido vital.
El tremendismo atrapa de inmediato la atención del ser humano, un huracán, una guerra, un desastre natural producen un impacto capaz de movilizar a cualquier ciudadano del planeta.
Enseguida cadenas televisivas y agencias de noticias se ocupan del caso, pero si se trata de fenómenos silenciosos, devastadores, cotidiano como el hambre y la sequía la relación no es la misma.
Aunque las calamidades que provocan estas calladas catástrofes también son irreparables.
Porque no se trata de la simple necesidad de agua para beber, asearnos, atender cultivos o producciones para el consumo humano.
Sin ella no hay industrias, ni electricidad, ni turismo, ni ingresos, ni desarrollo.
Y es que ante una situación de escasez real la amenaza se cierne sobre tres aspectos fundamentales del bienestar humano: la producción de alimentos, la salud y la estabilidad política y social.
Esto se complica aún más si el recurso disponible se encuentra compartido, sin considerar el aspecto ecológico.
Es por esto que las gestiones para su adecuado uso deberán tender a evitar situaciones conflictivas debidas a insuficiencia, sobreexplotación y contaminación, mediante medidas preventivas que procuren un uso racional y de conservación.
La conceptualización de la conservación del recurso agua debe entenderse como un proceso que cruza a varios sectores, por lo que la estrategia debe considerar todo: lo económico, lo social, lo biológico, lo político, etcétera.
Su manejo juicioso es central para la estrategia del desarrollo sustentable, entendido éste como una gestión integral que busque el equilibrio entre crecimiento económico, equidad y sustentabilidad ambiental, a través de un mecanismo regulador que es la participación social efectiva.
El agua es imprescindible pero escaso para la vida. Menos del uno por ciento presente en el planeta es dulce y accesible para el hombre, aunque este porcentaje varía considerablemente según el lugar, el clima o la época del año.
Las fuentes, los manantiales, las cuencas o cañadas están en acelerada vía de extinción, hay cambios de clima y de suelo, inundaciones, sequías y desertización. Pero es la acción humana la más drástica: ejerce una deforestación delirante, ignora los conocimientos tradicionales, retira el agua de los ríos de diferentes maneras, entre otras con obras de ingeniería, represas y desvíos.
Podremos sobrevivir sin petróleo ¿pero sin agua? quien piense lo contrario tiene la posibilidad de ponerse a prueba.
http://www.cnctv.cubasi.cu/noticia.php?idn=12743
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