martes, 1 de julio de 2008

El virus del Nilo y las infecciones del cambio climático















Por PABLO FRANCESCUTTI (SOITU.ES)

El calentamiento global viene acompañado por un cortejo de enfermedades infecciosas. Lo ejemplifica la rauda difusión del virus del Nilo Occidental, favorecida por las altas temperaturas registradas en los últimos años. Ya no se trata únicamente de osos polares ahogados ni de atolones con el agua al cuello: lo que está en juego es la salud humana.

Veamos los hechos: el virus del Nilo Occidental irrumpió en Nueva York en 1999. Su velocidad de transmisión fue relativamente lenta los dos primeros años, pero en 2002 apareció una cepa que se expandió por toda Norteamérica a velocidad fulminante, cobrándose centenares de vidas. Estudios en laboratorio realizados por un equipo de científicos estadounidenses acaban de demostrar cómo el calor acentúa la eficacia de la replicación viral en el seno de los mosquitos, sus agentes transmisores.



En concreto, los investigadores sometieron a los mosquitos a una batería de pruebas a distintas temperaturas y constataron la capacidad de la mencionada cepa de transmitirse a cualquier temperatura, cosa que no sucedía con el virus original.

A juicio de Marm Kilpatrick, el autor principal del experimento, los datos ofrecen un impactante ejemplo de cómo el clima y la evolución interactúan para fomentar la transmisión del virus: "Aumentos de la temperatura relativamente pequeños pueden tener grandes impactos". De seguir subiendo el termómetro, cabe esperar que los mosquitos portadores se difundan en regiones frías hasta ahora inhóspitas para ellos, se prevé en el artículo publicado en la revista digital Plos Pathogens.

Con la noticia en la mano me documento en el libro que ha tenido a bien enviarme la Fundación Lilly, Biología Evolutiva de las Bacterias y los Hongos Patógenos. En esta obra elaborada por eminencias de la microbiología española e internacional, se afirma que "las enfermedades infecciosas son enfermedades ecológicas, altamente dependientes de los cambios ambientales". Los procesos industriales, sociales o tecnológicos afectan directo a la ecología microbiana (una muestra: el impacto del abuso de antibióticos en el acelerón adaptativo de los patógenos). La existencia de 40 patologías desconocidas para nuestros padres no puede disociarse de las alteraciones ecológicas inducidas por los humanos en la microbiosfera.

La deforestación al servicio de la expansión de la frontera agrícola tiene mucho que ver con lo sucedido: la consiguiente reducción de los predadores naturales, unida al aumento de los alimentos disponibles, redunda en un incremento de las poblaciones de roedores (vectores potenciales de múltiples infecciones). Así ha ocurrido con la enfermedad de Lyme (ligada a la abundancia de ciervos y ratas), y con las fiebres hemorrágicas virales surgidas en Sudamérica (Machupo, Sabia, Junín y Guanarito).

A ello se añade la intensificación de la cría de ganado doméstico, generadora de una malsana promiscuidad entre animales y criadores, cuyo efecto se aprecia en la irrupción de la gripe aviar (producción avícola) y del virus Nipah (ganado porcino).

Del libro saco una última enseñanza: la influencia humana se ejerce también a través de la economía: el empobrecimiento de grandes masas de la población mundial, junto con el achicamiento de los programas de salud pública, ha creado un caldo de cultivo más que propicio para el rebrote epidemiológico. Mi conclusión: combatir el cambio climático, sí, por supuesto, y también la deforestación insostenible, pero sin olvidar la lucha contra la injusticia social y el desmantelamiento de la sanidad pública.

http://www.soitu.es/soitu/2008/06/28/medioambiente/1214647464_055415.html

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