25 de Mayo de 2009, 01:20pm ET
SAO PAULO (AP) - A través de la cuenca del Amazonas, los habitantes de zonas contiguas al río están añadiendo nuevos pisos a sus palafitos, tratando de mantenerse por encima de las crecidas por inundaciones que han matado a 44 personas y dejado 376.000 desamparados.
Las inundaciones son algo común en la mayor selva tropical del mundo, pero este año las aguas subieron más que lo que habían hecho en décadas, dejando completamente sumergidos los árboles frutales.
Hace apenas hace cuatro años, las mismas comunidades sufrieron una sequía sin precedentes que arruinó cosechas y dejó montones de peces pudriéndose en el lodo.
Los expertos suponen que el calentamiento global podría ser el causante de las violentas oscilaciones climáticas que parecen castigar la Amazonia cada vez con mayor frecuencia.
"Es la pregunta que todos nos hacemos", dijo Carlos Nobre, climatólogo del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil.
Por cierto, lo que sucede en la Amazonia está afectando los patrones de lluvias en otras partes, desde las zonas agrarias en Brasil hasta las áreas de producción de trigo en Estados Unidos, a medida que la elevación de las temperaturas oceánicas y la destrucción de bosques causan cambios en las pautas climáticas.
"Es importante destacar que posiblemente ese tipo de acontecimientos climáticos récord se va a volver más y más común en el futuro cercano", dijo Nobre. "Así que todos tenemos que prepararnos para ello en el futuro cercano. No es únicamente para la próxima generación".
La causa inmediata de las lluvias inusualmente intensas en el norte de Brasil es un sistema en el Océano Atlántico que generalmente se aleja en marzo, pero este año se quedó hasta mayo.
Casi de manera simultánea, estados del sur brasileño lejos del Amazonas han sufrido de una sequía extensa causada por La Niña: un enfriamiento periódico de las aguas cerca del Océano Pacífico que es la causa de los catastróficos incendios forestales que han plagado la Amazonia en años recientes.
"Algo nos está diciendo que tenemos que ser más cuidadosos con el planeta. Los cambios están sucediendo en todo el mundo y los estamos viendo también en Brasil", dijo el presidente Luiz Inacio Lula da Silva este mes en su programa radial.
El gobierno brasileño aprobó 440 millones de dólares en fondos de emergencia como respuesta a las inundaciones en el norte y la sequía en el sur.
La sequía está elevando los precios internacionales de la soya, usada mundialmente como alimento de animales y como aditivo clave en cereales, pastas y otros alimentos procesados. Las inundaciones forzaron al mayor productor de hierro del mundo a cerrar una importante vía ferroviaria durante una semana, retrasando las exportaciones del mineral.
"Pienso que deberíamos prepararnos para aceptar que esto se convertirá en la norma y existe la necesidad de examinar cómo será el futuro del Amazonas", dijo Daniel Nepstad, un ecólogo de selvas tropicales y alto funcionario del programa de conservación de la Fundación Gordon and Betty Moore.
La situación ya es sombría para los habitantes más pobres de la Amazonia, los "ribeirinhos", muchas de cuyas familias fueron atraídas a la región por el auge mundial de caucho en el siglo XIX y a partir de entonces decidieron residir allí.
Los ribeirinhos están acostumbrados a las crecidas y bajones del río y planean sus cosechas para coincidir con el fin de la temporada de lluvias, pero este año las lluvias no cesaron en abril, como usualmente lo hacen. Sus bananas, frijoles, maíz, mandioca y sandías yacen arruinados en aguas lodosas.
"La mayoría de los habitantes perdieron sus cosechas y sus vacas. Lo único que les queda son sus hijos y sus casas", dijo Dorothea de Araujo, gerente de operaciones para World Vision, un grupo internacional de ayuda, tras recorrer el área en la que miles de personas quedaron damnificadas. "Ellos quieren reconstruir, pero tienen miedo de lo que pueda pasar en el futuro", añadió.
El gobierno está entregando a los ribeirinhos madera confiscada a taladores ilegales de la Amazonia para que puedan reconstruir sus casas.
La madera es entregada también a habitantes de barrios marginales cuyas casuchas en pilares se amontonan en ciudades selváticas como Manaos _ una ciudad industrial de 1,7 millones de habitantes que es además el punto de partida para el turismo amazónico _ para que puedan mantenerse por encima de las crecidas en momentos en que el Río Negro, un afluente del Amazonas, se acerca a sus niveles récord de 1953.
Las inundaciones están haciendo que anacondas y escorpiones se desplacen a áreas más elevadas y más cerca de los humanos.
Aunque mucha especies en la región prosperan en aguas altas, los expertos advierten que más sequías podrían reducir drásticamente la cifra de animales, como los delfines rosados del Amazonas, ya en peligro de extinción a causa de la deforestación y la contaminación.
"Podríamos tener una Amazonia mucho más poblado por animales que pueden moverse en áreas habitadas por humanos y algunas de las especies más delicadas quedarán confinadas a hábitats aislados", dijo Nepstad.
En Trizidela do Vale, las inundaciones alcanzaron los tejados de muchas casas y dejaron desamparados a la mitad de los 20.000 residentes de la ciudad. Muchos se albergaron en corrales de vacas usados en la feria ganadera anual, hasta que las autoridades los cerraron por insalubres.
"Estamos en pleno mayo y la ciudad sigue inundada. Nunca hemos visto eso antes", dijo Coutinho Neto, portavoz municipal. Neto dijo que las lluvias usualmente terminan puntualmente al final de marzo.
En Manaquirí, ribeirinhos cuyas cosechas fueron destruidas llegan a esta ciudad de 19.000 habitantes, buscando ayuda gubernamental en alimentos, medicinas y ropas.
"Estamos acostumbrados a las inundaciones y las sequías y sabemos como coexistir con ellas, pero no estamos acostumbrados a que sucedan tan repentinamente y por tanto tiempo, causando tantos daños", dijo Gleicimeire Freire, que distribuye ayuda de la iglesia católica. "Eso es lo que nos asusta".
En el sureño estado de Rio Grande do Sul, fronterizo con Argentina y Uruguay, muchos granjeros dicen que la peor sequía en 80 años ha marchitado su maíz y alfalfa. Los pastos para el ganado no pudieron ser plantados y la producción de leche ha sufrido, dijo Darcisio Perondo, congresista del estado.
"En algunas aldeas no había suficiente agua para beber y en algunos pueblos tuvieron que sacar agua de los ríos y transportarla en camiones para el ganado", dijo Perondo.
El legislador dijo que la situación es una calamidad, pero no está seguro de si es causada por el calentamiento global.
"Cualquiera que lea la Biblia sabe que las inundaciones y las sequías son cíclicas", dijo. "No sé si el calentamiento global está causando todo esto".
Los periodistas de The Associated Press Marco Sibaja y Stan Lehman en Brasil y Carley Petesch en Nueva York contribuyeron a este reportaje.
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